"Iorana corua" y "iorana coe" son las frases que más se repiten en Isla de Pascua. Es el saludo alegre con el que reciben a todos los turistas que día a día aterrizan en el aeropuerto Mataveri. Es una especie de bienvenida en lengua Rapanui, que incluye también otros elementos, la música es uno de ellos. Porque cuando pisan tierra firme, los visitantes son recibidos con un baile típico de la Polinesia, donde destaca el movimiento de caderas para los mujeres y los movimientos definidos y bruscos para los hombres. Además, un collar de flores naturales sobre el cuello de los turistas sella el inicio de un viaje por el ombligo del mundo.

Después de cinco horas de vuelo, si el avión parte en Santiago, se comienza a escribir la experiencia en estas tierras. Tierras de la isla más oriental de la Polinesia. Tierras que desde 1888 pertenecen a Chile y que le dan a este país la opción de ser tricontinental. (Chile está en América del Sur, en la Antártica y en Oceanía, gracias a Isla de Pascua) y tierras en las que hay mucho que descubrir.

Para empezar el viaje, qué mejor que partir probando los sabores propios de la isla. Les recomiendo 'Tataku Vave', o contar las olas en español. Es un restorán a orillas del mar, a cargo de la isleña Ruth Pakomio. Atún de la isla a la plancha, acompañado con puré, es una buena alternativa. ¿El precio?

Unos 20 dólares por persona.

Después de almorzar, al recorrer la isla se darán cuenta que los moais están presentes en toda la Isla de Pascua, o Rapanui, como también se le llama a este sitio. Son estatuas de piedra de unos 4 o 5 metros de altura, que habrían sido esculpidas, de acuerdo a la narrativa local, hace unos mil años atrás.

La materia prima con las que se fabricaban procedía de la cantera, un cerro de piedra en el centro de la isla. En torno a las estrellas de este destino- los moais- hay una serie de misterios, sobretodo cuando se piensa en cómo trasladaban las enormes estructuras hasta la zona en el que hoy se encuentran. Algunos hablan de influencias extraterrestres, otros dicen que los ancestros movían las estatuas gracias a la creación de trineos hechos de hojas y troncos de palmeras.

En varios puntos de la isla, los moais están presentes. Dicen que fueron hechos en representación de los primeros exploradores que llegaron a estas tierras. Algunos están erguidos, otros enterrados, sólo con la cabeza al aire. Pero como sea, ninguno de ellos se puede tocar. Y en la isla son rigurosos con ese tema. Cuidan su patrimonio a como dé lugar.

Y aunque ya no se fabrican hace siglos, sin dudas son la postal más representativa de este paraje. Otro imperdible es salir a bucear por la costa aledaña a la isla. Para iniciar esta actividad, lo primero es participar de una clase en la que se entregan las normas básicas de seguridad. Ya en el mar, sorprenden las más de 55 especies que habitan el fondo marino de esta zona.

De regreso en la superficie, las cuevas de la isla son atractivas de conocer, así como también subir al volcán Rano Kau, en el sector de Orongo. Desde ahí se obtiene una vista panorámica de todo este destino habitado por un poco más de cinco mil habitantes. Y luego de tanto Turismo aventura, la única playa de la isla es ideal. Se trata de Anakena, un sitio idílico de aguas cristalinas y tibias, de arena blanca y suave, de palmeras y moais. En torno a este lugar, una serie de misterios. Muy cerca de la playa hay una piedra en la que las brújulas pierden el sentido de orientación y también hay caminos en bajada, donde los autos con motor apagado retroceden en vez de avanzar. Dos fenómenos sin explicación.

Y es que es un destino mágico, con su propio horario, con un clima templado, con días que parecen ser más largos. Es un territorio que en unos pocos días muestra todos sus encantos. Una semana es ideal para alcanzar a conocer cada rincón de esta isla chilena. No es barato, pero tampoco inalcanzable. Lo más costoso es el pasaje en avión y la alimentación, porque hoteles y hospedajes hay para todos los bolsillos. Claramente hay alternativas costosas, de 600 dólares la noche y otras en la que una cabaña para 3 ó 4 personas puede costar unos 60 dólares cada día.

Vale la pena conocer el ombligo del mundo y convertirse en uno más de los casi 100 mil turistas que llegan a Rapanui cada año. Y es que hay muchos atractivos que por un tema de espacio no fueron incluidos en esta columna.

Un consejo, eso sí: sea prudente en todo momento, los isleños son personas simpáticas y amables, pero protegen con todas sus fuerzas los patrimonios materiales, los paisajes naturales, las creencias y los misterios, sobretodo si en estos últimos se basa parte importante de los atractivos de este lugar.