Para los amantes de los viajes, no hay un número determinado de días de vacaciones, ni un momento específico en el año. Cualquier oportunidad es buena para desandar las rutas. Y una de las regiones que no se puede dejar de conocer es el noroeste argentino (NOA); si se cuenta con pocos días, recorrer Salta, Purmamarca y Yaví resulta una buena opción.
La ciudad de Salta brinda un sinfín de oportunidades para los turistas, quienes pueden pasear por las tranquilas calles del centro mientras recorren las iglesias y los museos. Frente a la plaza central, se puede disfrutar de un exquisito café acompañado de algún dulce regional, como ser el cayote o el cuaresmillo.
Al caer la noche, la ciudad se viste de fiesta en la calle Balcarce, donde hay un restorán al lado del otro y cada uno ofrece un show musical distinto. Una noche al menos hay salida obligada, ya que cualquiera que visite Salta debería asistir a la "Peña de Balderrama." Es una de las peñas más famosas y se lleva a cabo en un salón pequeño por lo que debe reservarse lugar con mucho tiempo de anticipación. Varios conjuntos musicales alegran la velada, en conjunto con la danza de los caporales que se llevan todas las miradas. En cuanto a la comida, se pueden saborear platos típicos como locro, empanadas y humita. Esta peña es, sin duda, una de las atracciones imperdibles de la capital salteña.
Purmamarca es el destino más bello en este paseo.
A sólo 156 km. de Salta se encuentra este pueblito declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2003. Todas sus callecitas dirigen hacia la plaza central, donde todos los días se arma una feria colorida. Ahí se pueden comprar mantas, manteles y suéters de muchos colores y con diferentes guardas. También se pueden adquirir instrumentos musicales típicos de la zona (sikus y erkes, entre otros).
Toda esta postal complementa la belleza del Cerro de los Siete Colores que cobija las casitas de adobe del pueblo.
Antes de regresar a casa se puede conocer Yaví; un pueblito a pocos km. de la frontera con Bolivia. Yaví fue, en un principio, un marquesado. Hoy en día es un pequeño poblado que recibe muchos turistas. En especial, a aquellos que quieren desconectarse del mundo y conectarse con la naturaleza, ya que encontrar señal para el celular es una misión imposible.
A pocos minutos del lugar, caminando río abajo, se encuentra una cascada y pinturas rupestres de los primeros habitantes de la zona. No sólo es hermosa la cascada y la pictografías, sino que también es bellísimo el camino para llegar allí. Hay que atravesar maizales, campos de flores y caminar por senderos muy pequeños por varios minutos, pero vale la pena.
¡Ya es hora de regresar! Solamente resta disfrutar la vista de las montañas desde la ruta, mientras se saborea un mate con tortilla.