Las charlas, las discusiones, las peleas y los debates fervorosos forman parte de la idiosincrasia de los amantes del futbol. Se actúa bajo instintos, generalmente exacerbados, por la pasión. Hasta ahí parece ser algo bueno e incluso constructivo. Pero cuando se disputan otros intereses como los amiguismos de los medios, las ganancias de los grupos inversores y las malas intenciones de los dirigentes para sacar beneficios propios, desaparece por completo el deporte entendido en sus comienzos como Fútbol. El nombre actual es Negocio Futbolístico.

Ya no importa la persona sino cuanto vale por hacer lo que mejor sabe, los jugadores son dinero e interesan por eso.

La FIFA prácticamente con dueño y no con presidente y la AFA al mando de Grondona son la muestra clara de que se han dejado de lado las cuestiones lúdicas. El último mundial (Sudáfrica 2010) ejemplifica: construcciones de primer nivel - niños que no tienen sus necesidades básicas satisfechas. Estadios a la altura de la cita máxima del deporte popular por excelencia- viviendas precarias ocupadas por los anfitriones. Por supuesto que siempre se intenta esconder y los pobres fueron corridos de los estadios para que sea otra la imagen al mundo. Y es triste.

De países subdesarrollados y de los sectores limitados surgen las grandes figuras que cotizarán bien alto en el mercado.

De allí, de la urgencia, de los ámbitos más bajos que carecen de recursos, surge la creatividad, desde la incomodidad y la marginalidad la mayoría de los niños juegan a la pelota y sueñan con reinventar a Garrincha, a Maradona. Los dos jugaron luchando, así construyeron sus vidas gracias a la sociedad que los dejó de lado y luego, cuando deslumbraron con su talento y amor por la pelota, los idolatró.

Con poca o sin formación escolar pasaron de tener que pelear para conseguir algún fruto a tener todo a su alcance. Y cómo se le hace frente a las tentaciones cuando se crece con esta vertiginosidad, cómo se dice no, de qué manera puede privarse a quien siempre se privó, bajo que argumento pueden estas personas abstenerse. Por ser lo que son lograron la gloria eterna.

Es absurdo oír a aquellos que dicen que no son ejemplos de nada virtuoso desde la comodidad de no precisar.

Los negocios no están mal, pero cuando se usan los sentimientos para realizar este tipo de tareas se ingresa en un terreno un tanto más complejo. Los jugadores no tendrían que salvar a nadie económicamente, ni ser los dueños del disfrute total de los hinchas. Sin embargo pasa lo contrario, los dirigentes refuerzan sus bolsillos y la vida de los fanáticos depende del éxito de su equipo.

Los mandamases de las entidades que reglamentan al deporte de mayores beneficios en el mundo, deberían pensar que sin apasionados no hay fútbol, y sin fútbol no hay negocio. Si la esencia del juego muere, para convertirse en un negocio absoluto, ya no habrá apasionados y así, el fútbol dejará de existir.