Roberto Gómez Bolaños, "Chespirito", uno de los cómicos más populares de América Latina y creador de los personajes que embaucaron el alma de millones telespectadores durante varias generaciones: El Chapulín Colorado y El Chavo del Ocho. Roberto Gómez Bolaños nació el mismo día del hundimiento bursátil en la bolsa neoyorquina aunque su vida no transcurrió nunca por esos derroteros dramáticos. Al contrario, tras finalizar el servicio militar obligatorio y terminar una carrera de ingeniería en la que nunca ejercería, comenzó su carrera en lo que sería para siempre su sector: el entretenimiento audiovisual.

Sus primeros pasos los dio en una agencia de publicidad en la que trabajaba como creativo y también como guionista para el un dúo de cómicos muy popular en los años cincuenta: "Viruta y Capulina". De esos tiempos data su apodo. Cuentan que un día uno de los directores de Cine con los que trabajaba, asombrado por la explosión de creatividad, de Roberto, le dijo que era como un Shakespeare en chiquitito, un Shakespearito. El mote se adaptó a México quedando como Chespirito.

A finales de los años sesenta, Chespirito trabajó en una especie de programa de consultas absurdas llamado Los Supergenios de la Mesa Cuadrada. En él, una especie de tertulia contestaba dudas, preguntas y cuestiones que les planteaban los telespectadores.

El programa fue creciendo poco a poco con las aportaciones constantes de Gómez Bolaños hasta extenderse más de una hora y rebautizarse como Chespirito. En él se empezaron a incluir sketches de personajes diversos y ese fue el lugar de nacimiento de los inolvidables El Chavo del Ocho y El Chapulín Colorado. El primero, un niño hambriento y pobre que vive en un barril y que tiene que enfrentarse a los desprecios clasistas de sus compañeros de vecindad.

El segundo un superhéroe al que, a pesar de su permanente torpeza e inutilidad, todo parece salirle bien.

Ambos siguen emitiéndose a día de hoy tanto en México, donde nunca dejaron la pequeña pantalla, como en otros países de América Latina. En el último mundial no era difícil ver a los aficionados mexicanos ataviados como el Chapulín para animar a su selección. Acusado a veces de crear un humor facilón, sus personajes son tan entrañables y con una risa tan limpia que perdurarán en la memoria de millones de telespectadores de todo el mundo.