Quizás tu primera impresión al ver Los 8 Más Odiados, el nuevo estreno de Quentin Tarantino, fue que retoma el setting del viejo oeste dejado por su antecesor Django Sin Cadenas. Estarías en lo cierto, y el flamante estreno continúa el legado de aquella película al empoderar aún más a los cazarecompensas, lo que entrena Django para ser a lo largo de toda esa película. Sin embargo, si mirás más en profundidad, vas a ver que el nuevo western de Tarantino retoma más aún de su film debut, Perros de la Calle.

El paralelismo más obvio es que dos de los actores más impactantes de Perros, Michael Madsen (Mr.

Blonde) y Tim Roth (Mr. Orange) también trabajan en Hateful Eight. Uno de ellos, si recordás, termina siendo un policía infiltrado. Hay también un agente de la ley metido en el grupo de los ocho forajidos del oeste, pero su identidad no es un misterio – se devela en el primer acto de la película. Los otros personajes, sin embargo, lo acusan de mentiroso. El espectador ahora debe elegir a quien creerle, y esa tensión constante de quien está diciendo la verdad y quién no es la misma que conforma el drama en Perros de la Calle.

Este sentimiento está exacerbado por otro elemento que comparten ambas películas: se desarrollan mayormente en un mismo ambiente. Pasar tanto tiempo en el mismo espacio con los mismos personajes le da una dosis de humanidad enorme a la trama; la hace más íntima.

Este es un sentimiento clave cuando la tensión se basa en buscar culpables e inocentes: cuanto más conocemos las identidades (no confundir con motivos) de los personajes, más podemos elegir favoritos.

En el núcleo, ambas películas se tratan de justicia. Más específicamente, de las diferencias entre la justicia legal y la justicia moral.

Esta disyuntiva queda explícita en The Hateful Eight, mediante un monólogo brillante de Tim Roth. Quizás Tarantino aprendió al filmar Perros que para que el espectador baraje qué implica hacer verdadera justicia necesita conocer a todas las partes involucradas, sobre todo cuando son todos individuos horribles, y ponerlos bajo el mismo techo es la mejor manera de transmitir esta visión.