Hace algún tiempo y después de varias recomendaciones de amigos y familiares me animé y compré un voucher de una página de descuentos. Éste constaba de dos noches en un hotel con pileta climatizada en Valeria del mar con desayuno incluído. La verdad es que por lo que había pagado no esperaba mucho más que el poder descansar de las presiones laborales desconectándome de la tecnología.

 Unos días antes llamé para hacer la reserva de la habitación y pedí por unos pocos pesos más una que tenía parrilla en el balcón. Al llegar, antes del horario de check in bajé del coche para preguntar a partir de que hora podíamos ingresar, su recepcionista, muy amablemente, me dijo que no había inconveniente en modificar ese horario para que pudiéramos hacerlo, mi novia y yo, en ese mismo momento.

Realmente, esta fue la primera buena impresión del lugar.

Al ingresar a la habitación luego de recorrer el pequeño pero muy acogedor hotel, nos encontramos con una habitación amplia, con cocina totalmente equipada y una pequeña piecita con otra cama para quienes van con niños. Abrimos el ventanal que daba al balcón y nos encantó la vista de la pileta con los pinos de fondo y tener la parrilla equipada con todo para hacer el fuego y en óptimas condiciones de limpieza, como así también una mesa redonda de hierro con dos sillones estilo colonial provistos de almohadones muy cómodos.

Generalmente cuando uno paga estos precios es porque las fechas en las que se puede ir no son las de temporada alta, por lo que generalmente hace mucho frío y uno, más allá de estar a dos cuadras del mar, no puede ir a la playa.

Así que sumando a las buenas nuevas de ese fin de semana, vimos que en el piso superior había un cuarto de juegos y que además esa noche proyectaban una película en el SUM. Todo lo que necesitábamos estaba dentro del lugar elegido, para gente que corre todo el día para cumplir con sus obligaciones esto es la gloria misma.

Ya habiendo disfrutado de ver películas desde la cama, habiendo hecho un asado en el balcón escuchando el viento entre los pinos y haber dormido una siesta reparadora, decidimos ir a la pileta.

Bajamos un piso y entramos en el salón calefaccionado provistos de malla en ¡¡pleno julio!! y la verdad es que cerrando los ojos uno podía imaginarse el mes de enero. La pileta de buenas dimensiones en relación a la cantidad de habitaciones con un estilo romano y una fuente de piedra en su lateral nos terminó de enamorar del lugar.

Lo recomiendo 100%, puede haber lugares más lujosos para quienes quieran ostentar sus fotografías, pero la calidez, la humildad y buen servicio de su gente y la disposición y cuidado de todos sus espacios hacen de Andorra un destino que se vuelve a elegir una y otra vez.