En la totalidad del planeta, existen pequeñas zonas en las que se conserva la mayor parte de la diversidad biológica de la Tierra. Según estudios recientes sobre la conservación de las especies en los diferentes países, se ha podido comprobar que, en tan sólo el 1% terrestre, están menguando de manera alarmante las distintas variedades de especies que conforman nuestro mayor tesoro biológico.
Este estudio apunta hacia la responsabilidad común de todos los países, ya que en su mayoría, todos han ayudado a que pueda producirse la desaparición continua de especies a nivel global.
Pero, aunque todos somos responsables, los estudiosos han realizado una lista con las naciones que más fauna han destruido en los últimos años. Entre ellos se encuentran el continente australiano, China, Indonesia, Malasia, EEUU y varios países de América Latina.
Los investigadores aseguran que no es que estos países actúen con maldad a propósito, sino que los resultados de la investigación se deben a que "existen zonas terrestres en las que se concentra especialmente la diversidad biológica". Al perder el interés en la conservación de los ecosistemas naturales en los cuales el número de especies es mayor, se pierde mucha más diversidad a efectos mundiales que al dejar de lado otras zonas con menor riqueza.
En dichas zonas además, suele producirse también una pronunciada huella por la explotación humana de los recursos, que contribuye enormemente a la pérdida de un gran número de especies que se encontraban o que se encuentran al borde de la desaparición. Los investigadores aseguran que "estas naciones que conservan en su territorio a la mayor parte de la fauna del planeta, no son capaces de llevar a cabo las acciones necesarias para su conservación".
Pero sin embargo, se ha dado un dato muy curioso y es que no existe una relación directa entre la abundancia económica de una nación y la conservación su entorno.
Cada día surgen nuevos datos que nos alertan sobre la situación del planeta, sin que ningún país en el mundo se decante por llevar a cabo con seriedad las medidas de cambio que se requieren.
La solución, si la hay, pasa por entrar en acción, pasa también porque los gobiernos dejen de hacer como si el problema medioambiental no fuera algo tan grave o como si fuera algo que pudiera solucionarse de la noche a la mañana y que por tanto, pueda esperar eternamente.
Se debe de exigir a todos los países del mundo el fin de esta desidia constante hacia un gran problema ecológico de carácter mundial. Hay que adquirir ya un compromiso real, y no sólo en términos burocráticos, de una vez por todas con el medio ambiente y todos con sus habitantes antes de que sea demasiado tarde.