Científicos argentinos están brindando su apoyo a la industria alimenticia local a través de varias tecnologías para priorizar la Salud de la población. Sus esfuerzos colocan a la Argentina a la vanguardia y a la altura de los países desarrollados.
Los emprendimientos responden a los cambios que se observan en los hábitos alimentarios de los consumidores. En los últimos tiempos, la demanda se concentra en productos naturales que garanticen su condición de saludables.
Preocupa a la población argentina en general la producción y cantidad de envases residuales distribuidos en las calles, sobre todo por el descuido imperante en la ciudad de Buenos Aires.
En este aspecto, cabe destacar que en Europa rige desde 2009 una legislación específica que fija la obligación de disponer de materiales en los packings de mínimo impacto ambiental.
Los mercados y supermercados latinoamericanos tienden a presentar alimentos envueltos en tipos de films con facultad antimicrobiana, aunque ningún material utilizado evita que los productos se oxiden y se descompongan con rapidez por lo que abundan hongos, levaduras y bacterias.
Para contrarrestar los perjuicios señalados precedentemente, a través del Departamento de Industrias de la Facultad de Ciencias Naturales de la UBA y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la Argentina creó un film que podría denominarse comestible, dado que ha utilizado para su conformación vitamina C (polímeros).
Esta constitución permite que los alimentos se mantengan más tiempo sin peligro de oxidación.
Es un envase inteligente, hermético, que cumple dos funciones, por un lado, obstaculiza que la alimentación se oxide y, por otro, no permite la entrada de oxígeno, gases ni vapor. Su descubrimiento partió de un ensayo sobre aceite de nuez, que por su riqueza en ácidos grasos es de fácil oxidación.
Se almacenó el alimento con el nuevo film por un periodo de 60 días y las propiedades resistieron sin descomposición ninguna.
El film puede usarse en frutas que hayan sido previamente procesadas; disminuyen el agua que indefectiblemente degrada las películas por el vapor que se introduce en el envase. Asimismo, es aplicable para golosinas que suelen concentrar una suma destacada de grasas, y ciertos embutidos y lácteos como el queso.
En definitiva, se consiguieron productos más sanos al alcanzar la preservación y extensión de su vida sin perjudicar la salud.
En el marco del reciente hallazgo, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), creó una versión preliminar de un biosensor para divisar la existencia de proteínas alergénicas en la alimentación. Hasta ahora la única medida preventiva para los individuos alérgicos es suprimirlas de su dieta.
La investigación del INTI tomó en cuenta los ocho grandes responsables reconocidos en el mundo que producen el 90% de las alergias. Ellos son: leche de vaca, huevo, pescado, mariscos, maní, soja, frutos secos, trigo y todos los derivados de estos alimentos que portan las proteínas alergénicas.
Gracias a la tarea de especialistas del Centro de INTI se confeccionó un método alternativo: el biosensor portátil de escaso gasto y con insumos y reactivos nacionales para registrar las sustancias alergénicas. Se conforma de tres elementos esenciales: un receptor biológico, un transductor capacitado para interpretar las reacciones y una serie de instrumentos electrónicos que procesan las señales que emite el cuerpo humano.
El procedimiento continúa de la siguiente manera: las células electroquímicas que experimentan la reacción entre el alérgeno sacado del alimento y el anticuerpo específico se conectan a un equipo portátil, cuya ocupación es efectuar un control estricto con una computadora mediante un puerto USB. En consecuencia, los expertos ven con exactitud la concentración en el producto alimenticio.