En diálogo exclusivo con Blasting News, la extrovertida y simpática cocinera Jimena Monteverde relata cómo surgió su pasión por la comida y cuál es la comida que nos caracteriza, entre otros temas.

Noté que en tu página web está muy presente tu familia, desde tu infancia y los recuerdos de los platos compartidos, hasta el apoyo de tu marido y de tus hijos en tu carrera gastronómica. Eso me llevó a preguntarme, ¿cuándo fue el momento exacto en que supiste que querías ser cocinera y por qué?

Desde chiquitita me gustó, desde siempre pensé que iba a ser cocinera.

Vivíamos en el campo, y además vengo de una familia italiana donde sí o sí la cocina es algo que está muy presente. Yo creo, igualmente, que cada uno está medio predispuesto también. Yo me acuerdo de los olores, de las comidas, que por ahí a otro chico no le pasa. Y siempre decidí que quería ser cocinera desde chiquitita. Y desde chica cocinaba porque, aparte, tenía muchos hermanos así que la ayudaba a mi mamá.

¿Y te acordás cuáles fueron los primeros platos que hacías como cocinera infantil?

Me encantaba hacer ñoquis, me encantaba amasar. Los primeros ñoquis parecían una bala de hierro (risas) porque les ponía mucha harina. Me acuerdo que una vez habíamos invitado a unos amigos y yo quise hacer los ñoquis.

Tendría unos 10 años. Y eran incomibles, pero uno fue mejorando. Y después me encantaba mucho hacer tortas, masitas, panes. De todo. Siempre que había un evento familiar yo tenía que hacer alguna torta o masita.

¿Sentís que esa es la herencia que te legó tu familia?

Sí, totalmente. Mi nona, mi mamá, mi abuela. Todas eras muy buenas cocineras y siempre nos juntábamos.

Somos una familia muy grande y siempre nos juntábamos alrededor de la mesa, siempre con una comida de por medio.

En referencia a nuestro país,¿qué opinás de los hábitos alimenticios de los argentinos, en general?

He tenido la oportunidad de viajar y la verdad que los argentinos comemos bien. Tenemos muy buenos restaurants. Yo lo único que critico, que en realidad me da lástima, es que teniendo tanto para sembrar, tanto para plantar y tanto para producir, no producimos variedades de cosas que nos lleguen a nuestros mercados.

Por ejemplo, de frambuesas, de ciruelas, de duraznos, de tomates. Tenemos una especie de productos acotados. De cada producto hay un montón de variedades que quizás no se explotan porque no dan réditos, y muchos de los productos buenos que tenemos se exportan y no llegan a nuestros mercados o a nuestra verdulería de la esquina. Quizás en otros lados del mundo encontrás un montón de cosas que decís ‘¿cómo teniendo el país que tenemos no podemos llegar a tener esta calidad de sabores?’. En realidad sí las tenemos, pero no nos llegan a nuestros mercados internos. Y eso es lo que me da lástima. Que no consumamos cosas que hay en otros lados del mundo y nosotros las podríamos producir el doble o el triple.

Pero también es una especie de educación. Lo mismo el pescado y un montón de productos que tal vez no consumimos tanto y que son tan sanos. Nosotros tenemos un mar de punta a punta y el argentino no es gran consumidor de pescado. Y es una lástima porque es un producto espectacular, sanísimo y quizás porque no tenemos información para saberlo cocinar.

Varios factores que contribuyen a que uno no lo incorpore a una alimentación diaria.

Exactamente. Pero está en los cocineros también ir incorporando de a poco el conocimiento para que no sea un cuco también. Porque a veces uno dice ‘uy, no, el pescado no rinde, tiene olor’. Igual creo que los jóvenes están más abiertos a probar distintos tipos de producto.

Quizás la generación de los más grandes también está cambiando.

Pero en general nos ves bien.

Sí. Yo en general lo veo bien y la verdad que tenemos muy buenos restaurantes, muy buenos cocineros y tenemos buenos productos. Así que hay que consumirlos y hay que enseñar a que la gente los empiece a consumir de otra manera.