El presidente norteamericano Barack Obama quiere quedar en la historia: viajará la ciudad de Hiroshima, Japón, el 27 de mayo próximo. La metrópolis nipona fue devastada por la bomba atómica que Estados Unidos les lanzó el 6 de agosto de 1945, durante la Segunda Guerra Mundial. La Casa Blanca lo confirmó hoy, en un comunicado oficial.

Jamás un mandatario norteamericano se le ocurrió realizar semejante gesto; Obama quiere dejar las heridas y los tabúes en el pasado y comenzar una nueva etapa, fomentando una mejor imagen de su país.

Su viaje a Hiroshima sigue la misma idea que su visita a Cuba: abordar nuevas soluciones a viejos problemas diplomáticos.

El mandatario no hará una autocrítica sino que su intención es proclamarse en favor el desarme nuclear y la seguridad internacional.

Todo el mandato de Obama ha marcado un antes y un después en la historia norteamericana y mundial: es el primer presidente afroamericano de ese país, el más joven en lograrlo, el primero en acercarse a Cuba, ahora Hiroshima y es el jefe de estado que impulsó la legalización del matrimonio gay en todo Estado Unidos.

El bombardeo a Hiroshima produjo 160 mil muertos en pocas horas, sumados a los 80 mil muertos que produjo el de Nagasaki. Lo peor vino después: mucha más gente murió después, como consecuencia de la contaminación ambiental. Aunque Obama no pedirá perdón, si reconocerá el costo humano de esa barbarie.

Actualmente Japón y EE.UU. son aliados. Obama, el presidente más poderoso del mundo, ha demostrado ser muy humilde, reconociendo los errores de su país cometidos en el pasado.

Los críticos observan que Obama exagera al mostrar a Estados Unidos como una nación única, un país elegido con una misión especial para el resto de la humanidad.

Esto lo recalcó en su último discurso sobre el estado de la Unión Americana, donde invitó a sus compatriotas a revisar sus conductas negativas, ya que los ojos del mundo siempre los están mirando a ellos. Algo que puede construir o destruir la imagen de un país.