Quizá sea un sueño, pero, una vez más, tengo la sensación de estar viviendo en el medievo. Sin embargo, miro el calendario y estamos en el 2014. Pleno siglo XXI. ¿Qué es lo que está ocurriendo entonces? ¿Cuál es el concepto de pureza en los países islámicos? No consigo entenderlo. Un hecho más, que confirma un paso menos hacia la evolución humana.
"Mucha gente en Occidente ama a sus perros más que a sus mujeres y niños", perla salida de la boca de Naser Makarem Shirazi, un rimbontante ayatolá, allá por 2010, fecha en la que, para empezar, fueron considerados delito, la publicidad de alimentos para perros, así como mostrar públicamente a estas mascotas.
Cada vez es más frecuente en el mundo, el deseo de los hombres de compartir su vida con estos fieles compañeros, Irán, no iba a ser menos. Pero esto, muy al contrario de lo que cabría esperar, ha sido causa del malestar del Gobierno iraní, por estar contemplada en el islam la impureza de los perros.
Pero no queda ahí la cosa. Tener un perro en Irán, significa adoptar los "vulgares valores de Occidente". Ahí es nada. Pero, como las leyes están para romperlas, hay ciudadanos que, al igual que si buscaran droga, los consiguen en el mercado negro. En el Wall Street Journal, aparecen las declaraciones de Ali Shekouri, un joven empresario que comparte su experiencia en este sentido: "Fue una locura, al final, ya no sabía si estaba comprando un cachorro o droga a un cártel internacional".
Impresionante.
Sin embargo, parece ser que los cuatro perros que el propio presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad, se hizo traer de Alemania, han pasado un control de impureza. No lo sé a ciencia cierta, pero sospecho que la purificación de estas "vulgares mascotas occidentales", se han debido al escandaloso precio que este buen hombre ha pagado por ellos: 440 mil y 110 mil euros por cada uno.
Saliendo de este fragmento del cuento de Las mil y una noches, volvemos al ciudadano de a pie que tendrá que seguir escondiéndose con su mascota, propiciándole un paseo nocturno en coche, alejados del peligro de pagar una multa, que puede llegar hasta los 500 dólares y la expropiación de la inocente mascota. La evolución está en los jóvenes iraníes, más influenciados por occidente que, lejos de dejarse atemorizar por estas dictatoriales amenazas, insisten en disfrutar de la compañía de un buen perro. Contra viento y marea, como debe ser.