Un día de casualidad habían cruzado una mirada profunda y ahí se habían quedado expectantes uno del otro, esperando que él jugara la primera palabra, pero Miguelito apeló al silencio y después a agachar la mirada.
Luego tuvo varias intentonas por Bellas Artes para poder verla pero no había podido dar con ella. Una mañana se le apostaron dos compañeros de otra oficina en la entrada de la suya.
Era raro porque los tipos ya estaban adentro y Miguelito había apagado el pucho como todas las mañanas e ingresado cuando las puertas se abrían. Miguel Rigamonti, dijo uno.
Sí, contesto. Y empezó el otro, queríamos conversar con vos sobre la candidatura del "compañero" el Tuerto Saravia. Nosotros estamos con él y nos interesa que nos acompañes. Todo el Ministerio va a trabajar para que el Tuerto sea electo. El sábado entre Figueroa y Carlos Tejedor nos vamos a reunir para conversar con la gente, entregar unos volantes, y al finalizar la jornada vamos a prender un fueguito y tirar unos chorizos. Viene todo el Ministerio, el que no viene está con Guillermo Albornoz, para nosotros no hay grises, o sos compañero o sos traidor.
Miguelito no había dicho nada, ni que sí, ni que no; se había quedado en silencio como habitualmente lo hacía hasta que llegara gente a su oficina, y en esta ocasión no había tenido ni oportunidad de decir "buen día".
Esa tarde cuando salió del laburo se fue para Bellas Artes; no esperaba mucho, comprar algún libro usado, y quizás con un poco de suerte cruzarse con Mariel y tratar de hacer fuerza e ir a hablarle.
Miguelito ojeaba entre los Libros tratando de definir por cuál cambiar el que llevaba; en eso Mariel se le acercó, escogió uno y se lo entregó; sosteniendo en su mano "El amor en los tiempos del cólera" de Gabriel García Márquez, le dijo es éste.
A Miguelito por segunda vez en el día lo dejaban sin palabras; pero en esta ocasión rápidamente se repuso del asombro, que en esta oportunidad había sido grato, y poco a poco fue deslizando una frase tras otra; los dos se rieron de la situación y se fueron a tomar un café a un bar que estaba por el barrio universitario. Fue ahí que Mariel le contó que estaba militando la candidatura de Guillermo Albornoz, que era profesor suyo en Bellas Artes y que sus ideas eran otras muy distintas a las del "Tuerto" Saravia.
Pese a que Miguelito no hablaba mucho de política asentía lo que Mariel le iba diciendo; estuvieron más de dos horas conversando y Miguel quedó en pasar a buscarla por Bellas Artes el miércoles de la semana siguiente para volver a verla.