La cultura del juego que tienen nuestras sociedades está ligada al mismo capitalismo. Ese capitalismo que muestra el éxito y la fama rodeados de placeres y poder genera con el juego un arma psicológica mortal para los individuos que terminan enviciados de tal manera que desmoronan no solo la vida propia sino la de los seres que los rodean.

Estos recintos generan millones de dólares por día; casinos, hipódromos, peleas de box, apuestas por internet, todo deporte y juego o carrera queda bajo la voracidad del capitalismo.

Con respecto a los casinos, estos deben cumplir las leyes que correspondan, aunque la cantidad de casinos clandestinos supera en número a los legales, muchas veces cobijados por las autoridades municipales y estatales desde inspectores y comisarios hasta jueces y autoridades de turno.

Los casinos han servido, desde la Revolución Industrial a estos tiempos, como antros de perdición para trabajadores de clases media y mujeres de vida alegre, como encubridores de otros Negocios turbios, donde justifican sus ganancias los mafiosos del mundo y como atractivo de turismo, tras la Segunda Guerra Mundial.

Con salas muy suntuosas, las máquinas tragamonedas, los bingos y el pase inglés se suman a los juegos de salón que reinan en los casinos donde los magnates del planeta dejan sus billetes a cambio de una noche de diversión, mujeres, y tragos.

La capital del mundo de los casinos se encuentra en Las Vegas; sin embargo, el resto de EE.UU., España, Panamá, la isla de Macao, Chile, Argentina, México, Canadá, Gran Bretaña, Francia y la mayoría de las grandes cadenas hoteleras del mundo, albergan este imán para recibir al turismo burgués.

Hoy en día, la ludopatía, como se conoce al comportamiento patológico que tienen los jugadores compulsivos, representa al 2% de la población mundial -estamos hablando de 140 millones de personas perdidas por este verdadero trauma-.

En 2014, en Argentina la facturación de las empresas de juegos de azar, fue de 28.888 millones de pesos, es decir cerca a los tres mil millones de dólares, frente a los 45.000 millones de dólares que obtuvieron los casinos de Macao.

Habrá que preguntarse: ¿el juego por apuestas le hace bien a la sociedad? ¿los casinos son ámbitos propios para la toma de conciencia de las personas, o son un dopante y un potenciador de violencia en el ser humano? Las respuestas podemos encontrarlas en países como en Ecuador y Bolivia, donde la leyes no permiten este negocio absolutamente perjudicial para la salud.

El gran maestro ruso Fiodor Dostowieski, en su obra "El jugador", describió el pensamiento del mismo: "por ridícula que parezca mi gran confianza en los beneficios de la ruleta, más ridícula aún es la opinión corriente de que es absurdo y estúpido esperar nada del juego. ¿Y por qué el juego habrá de ser peor que cualquier otro medio de procurarse dinero, por ejemplo, el comercio? Una cosa es cierta: que de cada ciento gana uno. Pero eso ¿a mí que me importa?".