Lo único que nos mantenía con esperanza murió. Estamos en la degradación total de la sociedad argentina, porque nadie puede decir que hay posibilidades de salvarlo. Quizás exista una opción, la de renacer, porque lo que sucedió es lamentable desde todo punto de vista.
¿Qué nos pasa? Porque esto ya no sorprende, que nadie sea hipócrita por favor porque viene sucediendo esto en el Fútbol argentino hace años. Y nadie se salva de este acto de barbarie. Ni los espectadores, jugadores, dirigentes, policías, políticos y delincuentes, porque todos somos parte de este circo nefasto que provoca el repudio unánime del mundo.
La agresión hacia los jugadores de River fue la gota que rebalsó el vaso. Las imágenes recorrieron el mundo: Quemaduras, empujones, llantos, conmoción, incertidumbre, un dron con el "fantasma de la B", cánticos insultantes. En medio de todo esto, aparecieron dirigentes con la bandera salvadora que enardeció más la caldera, a punto de la erupción. Sin embargo, no sé que es peor; si eso o la falta de huevos que tuvieron los responsables del anfitrión, encabezado por Angelici, que fue más que reprobable durante sus casi 4 años de mandato.
A todo esto la organización, la logística por parte de los delincuentes, porque basta de decir que son inadaptados. Son criminales que impunemente actuaron bajo la supervisión de las cámaras de seguridad y la complicidad de la seguridad.
¿Cómo pudieron pasar gas pimienta y bengalas? Fácil, por la orden que bajan los jefes de la policía, y que silenciosamente los agentes del cacheo deben acatar.
En todo este contexto se hundía La Bombonera, con los jugadores rivales quemados y ante la mirada indiferente de sus colegas Xeneizes, que optaron por pararse en el campo dispuestos a jugar los últimos 45 minutos del partido, primero, y después dejar que los adversarios salgan solos -y como puedan- del campo, con la artillería de la platea que caía sin respiro.
Pero faltaba la frutillita del postre, la corona de la vergüenza: El saludo del plantel de Boca, arengados por el arquero Agustín Orión, para con los delincuentes llamados barras que se encontraban en el sector Natalio Pescia. Hasta ahí llegamos, no va más dijimos.
¿Qué mensaje pueden transmitir los jugadores? Si el ejemplo claro está en la imagen mostrada por los políticos, que utilizan a esta lacra de la sociedad como fuerzas de choque, panfletistas, socios y cómplices de los actos más oscuros ocurridos en los últimos años.
Así quedamos parados ante el mundo. Como una sociedad podrida, enferma, que murió anoche. Hay pocas células saludables, que intentan frenar el avance imparable de barbarie. Nos equivocamos y pagamos, "pero la pelota, la pelota no se mancha".