Uno sabe que los que te rodean tienen apellidos que están "cerquita" del tuyo. Y entonces, más allá de la política, la cultura de la sociedad se vuelve inocultable. Nuestra identidad de argentinos se refleja a las claras en los hechos de siempre, que te refrescan la memoria de elecciones anteriores, como una suerte de “déjà vu” obligado; una de esas citas que nos emparenta a todos.

En ocasión de las PASO, también aparecieron algunos episodios nuevos, aunque siempre enmarcados y con rasgos muy fuertes de nuestra cultura llena de contradicciones, de pasión y bondad genuinas y de grises aprovechados.

Por eso este desglose personal de algunas facetas y situaciones en las elecciones, sumergidas en una impronta fuerte, en una idiosincrasia bien Argentina.

  • Ir cuando haya menos gente: al otro día siempre escuchás a alguno: "yo fui a las seis menos diez y no había nadie, tenés que hacer esa". Otro que te dice: "a eso de las dos se van todos a comer y no queda nadie". Y así las versiones se contraponen y pocos toman en cuenta el factor "suerte", como si no tuviera nada que ver. Por eso te sentís un idiota si vas y te comés una cola larguísima; creés que fue un error tuyo.
  • Saludos electorales: siempre te encontrás con alguien a quien no ves hace años y también asistís a reencuentros que empiezan y mueren ahí. Aunque en esta elección, con los cambios de padrones, seguramente hubieron nuevos saludos electorales.
  • Identidad con la fila: "¿esta es la 565?", "Sí, atrás mío (por las dudas te aclara que es atrás)" y a partir de entonces es como que te ponés la camiseta de la fila. Mirás a las otras con recelo y si llegan a avanzar más rápido que la tuya, te empiezás a poner nervioso. "A ver si me agilizás la 570 que es la única que no avanza", se queja con un vozarrón un tipo de unos cuarenta años a una de las fiscales que organiza las filas. La pobre chica lo mira como resignada y mostrándose agotada. Ya se dio cuenta que está metida dentro de una competencia implícita y ridícula de "a ver quién es el que vota más rápido".
  • Prioridad a madres con nenes, ancianos y discapacitados: una fiscal va y viene con "viejitos", o con chiquitos agarrados de las manos y el argentino lo entiende. Hasta ayuda y avisa a los gritos cuando ve a un señor con bastón. Pero después entran en juego los grises; el aprovechamiento de las prioridades. Mujeres que traen a sus chicos ya crecidos como si fuera un pase "Vip" para votar sin hacer la fila, y la buena onda de la gente se va transformando, hasta que uno de la 568 suelta: "las próximas elecciones me traigo a todos mis sobrinos y los alquilo en la puerta para votar"; risas y gestos de desaprobación se confunden.
  • El número de orden: "che, yo no saqué número de órden, ¿había que hacerlo antes?", asustada una señora preguntaba a otra que respondía: "¿qué es eso?". Después varios salieron al rescate, pero estaba justificada la duda, se escuchó en varias voces lo de "averiguate el número de orden sino no votás más" y generaba pánico, hasta que se entendía de qué se trataba.
  • Documentos varios: me acuerdo que antes se podía votar sólo con el verde, y te ibas satisfecho con el sellado como recuerdo de haber cumplido tu deber cívico. Era casi la parte más "romántica" de este sistema de votación. En cambio hoy, casi que podías votar con el carnet del club y además dieron un troquelado, que seguramente se extraviará en un alto porcentaje para las reales elecciones legislativas.
Al margen de la intención electoral, todas estas cuestiones culturales mezcladas con otras tantas, hacen que los días de ir a votar sean distintos, hagan que fluctuemos permanentemente entre la buena y la mala onda. Nos hace pelearnos a lo argentino, cuando la burocracia se vuelve lenta, cuando no vemos el final de la cola. Los fiscales son enemigos cuando están lejos y amigos cuando ya estás por votar, porque ya te vas, porque ya está todo bien.

Después viene toda la otra parte; el recuento de votos, que requiere de una logística que, por más que me la hayan explicado mil veces, me resulta tan increíble creer que funciona y qué es exacta.

Pero bueno, tampoco entiendo cómo funciona el teléfono y acabo de cortar con un amigo que me contó que no pudo votar porque ya lo habían hecho con su nombre. Él tiene su historia, yo la mía; vamos a ver qué pasa en octubre. Por lo pronto, pasaron las PASO.