"Policía mató a ladroncito que asaltó colectivo", se titula la nota del día 22/07/2015, publicada en diario Crónica. Se justifica 'ladroncito' porque 'asaltó un colectivo', hasta ahí bien, pero luego, esto despliega otra justificación ulterior que es que el 'ladroncito' esté muerto porque el 'policía' hace cumplir la ley.



La foto de la crónica policial es la de un colectivo de la misma línea en la que ocurrieron los sucesos. El sensacionalista y rey del gore, famoso por poner a la hora del almuerzo o la cena las escenas más impactantes de mutilaciones, accidentes, y muertes de todo tipo ahora se resguarda tras una foto que no otorga más información que el color del vehículo.

Es evidente que si hubiese publicado la foto del cuerpecito del menor habría provocado otros sentimientos al lector y se les habría desbaratado todo el argumento.

Ahora, relatemos el suceso desde otra óptica:Un policía asesinó a un nene de 16 años que no llevaba guardapolvo blanco porque para el Estado es necesario que los niños no estudien y así puedan hacerse policías sin miedo a apretar el gatillo.

El problema viene cuando a todos esos chicos que se crían sin miedo a apretar el gatillo quedan fuera del sistema porque es necesario que también haya un ejército de lúmpenes que robe y meta caño a trabajadores y, entonces, la policía pueda eliminarlos para que parezca que cumple un rol social importante.

Pero claro está que esto sucede porque el Estado se limita a "incluir" (con su contradicción excluyente) al sistema pero no a eliminar las diferencias económicas entre clases, en general y,en particular, menos aún de prohibir los casinos para evitar que los narcotraficantes laven dinero y sigan dañando el sistema nervioso de cada niño de este país.

"Los otros marginales escaparon", agrega el cronista que cree estar del mismo 'lado de la hoja' que el asesino -o "valiente servidor público", como lo describe, como si fuese una hazaña digna de el mismísimo Hércules matar a un nene. Lejos está de darse cuenta que él, su familia, y sus seres queridos están a merced de las garras de un Estado explotador.

Que él y sus compañeros de trabajo podrían terminar con una bala policial en el cerebro solo por reclamar una vida mejor -tal como le pasó al maestro Carlos Fuentealba-. Que él, al igual que ese chico de 16, podría estar sepultado porque no tuvo derecho a una vida mejor. Tales planteos dejan la pregunta boyando: Crónica, ¿firme junto al pueblo?