El cuerpo de Aylan en la playa resumen todas las realidades de dolor, las realidades de muerte, las realidades de refugiados. El cuerpo de Aylan en laplaya se ha transformado en la realidad que refleja a tantas realidades donde las lágrimas del ser humano empapan la tierra.El dolor del hombre debe poner en discusión nuestro egoísmo.

¿Cuál esperanza quedaría si se rechaza de amar esta creación en la cual ellos viven y sufren? ¿Qué importancia tienen, para una persona que sufre, los discursos de los predicadores que defienden la vida y la providencia o los comicios de los políticos contra el dolor inocente, si después no se los ama?

La muerte no es solo algo externo que golpea injustamente. Está dentro de nosotros.

Es fácil solidarizarse estando lejos y, al mismo tiempo, desolidarizarse y decir, por suerte no me sucedió, y retirarse en la preservación de la propia vida.

Deberíamos ser amantes del hombre, sin condición para que la fe en la vida, la amistad con los hombres estén también en el momento de la prueba.

Continuar a creer, a esperar, a amar, a querer la vida cuando ella no está más en nuestras manos y no nos da ningún sostén, quiere decir entregar todas nuestras anteriores promesas al cumplimiento que las supera.El sufrimiento del otro no nos permite estar tranquilos. Es la manifestación de la no plenitud de la historia, de nuestra historia humana.Nuestra vida debe ser más humana.

Con el mundo no podemos tener una relación trágica. Estamos llamados a una relación de responsabilidad y de amor.En el mundo, en cada ciudad, en las formas de nuestro vivir, marcadas por la injusticia, están también escritas las palabras de la promesa que deben guiarnos a una justicia más grande.Se trata de participar al sentido trágico de la vida, y testimoniar el mensaje de la fragilidad del mundo, pero no podemos resignarnos a lo trágico.

Nuestras vidas deben dar palabra a aquellas experiencias que hacen posible el vivir como esperanza: el encuentro entre el hombre y la mujer, el nacimiento de un hijo, la amistad, el perdón, la ayuda reciproca, el descubrimiento de la proximidad del hermano. Debemos encontrar en las condiciones del vivir la ley del amor: que no es simplemente una ley, sino una posibilidad que se nos revela sorprendentemente en la vida.