Las ciudades nos absorben cada vez más. Las responsabilidades cotidianas, conseguir un buen trabajo y mantenerlo, mandar a nuestros hijos a buenos colegios, ganar lo suficiente para pagar nuestros alimentos y los momentos de ocio, marcan una diferencia abismal con el estilo de vida de nuestros ancestros. Volver a lo natural parece el camino ineludible.

Quienes han padecido enfermedades causadas por el estrés del trajín diario y han sobrevivido, se han replanteado seriamente sus responsabilidades y la forma en que llevaban adelante sus días. Parece indicado señalar que no es necesario pasar por una situación terminal o traumática para dar un volantazo a nuestra cotidianeidad y volver, poco a poco, a nuestras raíces: la tierra.

El alto costo de los alimentos, sumado a la gran cantidad de químicos con que se rocían las frutas y verduras y que resultan dañinos para nuestro organismo, nos abre a la posibilidad de cultivar en nuestra casa variedades de vegetales y frutas.

Dependiendo del espacio del que dispongamos podemos armar una huerta orgánica en macetas o en el piso. Y ese contacto con la naturaleza, con la fuerza primigénia del ser humano, nos brindará enormes satisfacciones: desde ver germinar una semilla de un tomate que hayamos consumido antes, y que hayamos sembrado luego; hasta el relajante contacto con la tierra húmeda y el efecto terapéutico que tiene en nuestro cuerpo, mente y alma.

Cosechar lo que se sembró, desde lechugas, tomates, zapallos, hasta aromáticas y frutales, no es una tarea engorrosa o complicada y ayudará enormemente a la economía familiar.

Con pocos cuidados y gastos casi nulos, podemos recomenzar una tradición familiar, esa que tenían nuestros abuelos o bisabuelos, y que el progreso, la modernidad y la vida agitada nos fue quitando de a poco.

Enseñar a nuestros hijos a cultivar sus alimentos y a estar en sintonía con la naturaleza redundará en beneficios, no sólo para ellos, sino para la sociedad en la cual están inmersos, y nos mostrará que es posible volver a lo natural y equilibrar nuestro estilo de vida.