Israel Abramov, profesor de psicología del Brooklyn College de la Universidad de Nueva York, realizó dos Estudios en paralelo usando como sujetos de prueba a un grupo de jóvenes adultos de ambos sexos sin inconvenientes en su vista.
La primera consigna utilizada en el estudio para determinar la forma en que hombres y mujeres perciben los colores fue la de utilizar términos precisos que se les daban previamente, y pedirles a los sujetos que los usaran para describir los colores que se le mostraban según consideraran que correspondían. El resultado de este ejercicio demostró que efectivamente dependiendo del género de la persona, describían los tonos del color de un mismo objeto de forma diferente.
El equipo a cargo del profesor Abramov cree haber logrado dar con el motivo que hace que esto suceda; los hombres necesitarían de una longitud de onda más larga que las mujeres para que ambos pudieran apreciar el mismo tono.
Un ejemplo de esto es el hecho de que los colores cálidos, como el rojo, naranja o amarillo, están asociados con longitudes de onda más largas que los colores fríos. Por esto, en los estudios se encontraron que al mostrar objetos de color naranja a los sujetos masculinos, los describieron como una tonalidad visiblemente más rojiza que los sujetos femeninos. Sin embargo no fue así con todos los colores; en el caso del color azul ambos grupos lo describieron de igual forma, pero sí se determinó que a los hombres se les dificultaba más distinguir las tonalidades del violeta, el verde y el amarillo.
La segunda investigación tenía como idea poder ver si ambos grupos en prueba eran capaces de observar cosas a la misma distancia, o de percibirlas cuando las mismas se encontraban en movimiento. En este caso el estudio se volcó a favor de los hombres, que revelaron notar las cosas en la distancia antes de que siquiera entrasen en el campo de visión de la mujer.
El ejemplo que los investigadores dieron a conocer es el de un avión en el horizonte; los hombres son los primeros en visualizarlo aunque se trate del punto más imperceptible, mientras que la mujer va a necesitar que se acorte un poco la distancia para comenzar a distinguirlo.
Una de las teorías presentadas es que en el cerebro hay receptores de la hormona de la testosterona que como se sabe, es conocida como la hormona masculina.
Y casualmente la zona en la que esta hormona se encuentra en mayor concentración es en la parte superior del cerebro, cerca de la corteza cerebral, que es justamente la principal zona encargada de las cuestiones de nuestra vista. También se habló de remontarse al papel prehistórico, en donde el hombre necesitaba una visión más afilada, dado que su necesidad estaba en poder observar el movimiento de sus presas al momento de cazar y advertir la presencia de depredadores para protegerse, mientras que la mujer, como recolectora, necesitaba poder distinguir bien los colores de los frutos y hierbas que recogía. También explicaría la diferencia de visión según el movimiento.
De todas formas esto aún continua en estudio, ya que el profesor Abramov explicó que, para poder llegar a una conclusión, deben estudiarse grupos conformados de forma equilibrada por hombres y mujeres en números significativos, para que los resultados no fueran parciales a favor de algún genero. Lo que significa que además de tener en cuenta lo biológico también existe un factor cultural y de edad que no hay que dejar de descartar.