Chappie (2015) el más reciente filme del sudafricanoNeil Blomkamp, cuyo interés por la ciencia ficción se evidenció ya en District 9 (2009) y Elysium (2013). Aparece a mediados de un año prolíficoen películas del género, en las que ha privado la nostalgia del remake (Mad-Max y Jurassic World, porejemplo): prueba quizá de que las interrogantes respecto a la ciencia y la tecnologíasiguen siendo las mismas. Si bien Chappie cuenta un relato inédito, sus raíces se hunden tan lejos como la reconocidísimaRobocop (1987,con secuelas en 1990, 1993 y remakeen 2014), a la cual hace un evidente guiño estético.

El escenario base, en esesentido, permanece idéntico: la otrora Detroit desbordada por el crimen cede lugar a Johannesburgo, en donde un programa de policía cibernética ponelas cosas bajo control, hasta que uno de sus ingenieros (Dev Patel) va másallá en la construcción de una verdadera Inteligencia Artificial y la siembra en unmodelo de robot defectuoso. Así nace “Chappie”, primer ser viviente artificial,en un cuerpo irónicamente sentenciado a la muerte: la placa y la batería se hanfusionado en combate, por lo que se irá quedando irremediablemente sin pila. Taly como los replicantes de la magistral BladeRunner (1982), Chappie viene al mundo a morir. Pinocho conoce la condición humana.

Este marco temático se intercepta con un relato de gángsters (Watkin Tudor Jones, Yo-Landi Visser yJosé Pablo Cantillo) a medias verosímil y uno aún más rebuscado de intrigacorporativa (Hugh Jackman y Sigourney Weaver) que terminan solapándose sin queninguno logre del todo un cierre preciso, ni permita al otro alcanzar elesplendor que ameritaría, dadas las inquietudes filosóficas sugeridas en latrama.

Aún así, ciertas preguntas sobrela moralidad ––la afirmación roussouiana del buen salvaje, en un cuerpo demetal–– y la constitución del ser ––el viejo debate entre cuerpo y alma, pero informatizado–– logran asomarse a lo largo de unrelato con escenas de potencia poética y visual, aunque la endeble narrativa deacción lo obligue a pasar por encima de muchos nudos interesantes y darsoluciones mágicas a dilemas que ameritan ser profundizados, polemizados.

A diferencia de los replicantes o la criatura del Frankenstein, la frustraciónde Chappie frente a su creador, imposibilitado de proveerle una vida más larga,es mitigada mediante un arrebato de ingenio, gracias al cual construye, laptops y un casco neural mediante (y “todo elconocimiento de la humanidad que está en Internet”, figúrese mayor muestrade ingenuidad), un dispositivo que no sólo identifica la conciencia y la muestraen pantalla, sino que además puede llevarla de un cuerpo a otro.

En esta resolución apresurada, Chappie da la espalda a indagaciones mucho más intensas como las del mítico Ghost in the Shell (1995) y su debatesobre la vida natural y artificial, optando más bien por untruco de mago que conduce, paradójicamente, a resoluciones no tan lejanas: Chappielogra “mover” a un cuerpo robótico la conciencia de su creador herido de muertey hacerlo luego con la gánster que lo trató como a un hijo. Nacen así tresseres de titanio, primer paso de una humanidad híbrida y fugitiva, sin importarya su origen natural o artificial. Una apuesta por el contagio semejante a laque en District 9 unifica al protagonistacon la especie extraterrestre oprimida. Pues como concluye la protagonista de Ghost in the Shell, la esencia de lo humanoradica en ser tratados como tal por los demás.