Mientras que la tecnología desarrolla herramientas para poder conectar distancias lejanas en cada vez menos tiempo, en Argentina hay aún dificultades para poder garantizar la media centena de kilómetros que separan Ingeniero Maschwitz de la Ciudad de Buenos Aires.
En contramano de la anacrónica costumbre huelguista de la triada Moyano-Barrionuevo-UTA , los chóferes de la línea 60 decidieron efectuar su reclamo a través del método poco habitual de no perjudicar al usuario en sus protestas. La respuesta de los directivos de dicha empresa fue desafectar de sus puestos de trabajo a 47 personas.
¿Desmedido? La empresa suspendió por la fuerza el funcionamiento de su servicio.
Los conflictos entre los chóferes de la mítica compañía de colectivos provienen desde hace varios años. Múltiples chóferes como Carlos Zaragoza, Cevicevich o Lema aseguran que el sindicato que fue constituido para representarlos les envían patotas a reprimir y amenazar. ¿Acaso la Unión Tranviarios Automotor termina siendo el brazo ejecutor de una violencia que se piensa desde las capas más altas de la empresa? No sería de extrañar con el antecedente de Pedraza y la Unión Ferroviaria.
La huelga se generó a raíz del despido de Daniel Benitez, un colectivero que registraba 12 choques en los últimos 3 años. Aunque algunos sectores afirman que se podría tratar de una persecución.
Sus compañeros decidieron solidarizarse queriendo brindar el servicio de transporte sin encender el funcionamiento del sistema SUBE y así evitar que dicho sistema pueda computabilizar el consumo de gasoil que luego las empresas usan para cobrar los subsidios del gobierno nacional.
A pesar que la finalidad del reclamo era bogar por la incorporación del chofer despedido, la dirección de DOTA S.A.
optó por efectuar un lock out secuestrando las llaves de sus vehículos e impiendo su normal funcionamiento.
Un conflicto cuyo único saldo termina siendo una misma empresa con un control de 45 líneas, 48 personas sin trabajo y 250000 usuarios googleando que colectivo pueden tomar.