El 8 de junio se cumplen 30 años de la legalidad del divorcio en Argentina. Bajo la presidencia del fallecido Raúl Alfonsín (1927-2009) se sancionó la Ley 23.515, que permite a las personas ponerle fin a un matrimonio que no funciona. Esa decisión había sido ferozmente rechazada por la Iglesia Católica, que hizo hasta lo imposible para evitarla. Las autoridades religiosas llegaron a amenazar con excomulgar a los legisladores que propicien la ley, algo que finalmente no efectuaron.

Esa norma era más que necesaria para ponerle un marco legal a las miles de parejas que estaban separadas de hecho, pero no podían rehacer sus vida sentimental, porque estaba prohibido.

¿Cómo era antes?

Es justo decir que no sólo la Iglesia Católica estaba en contra del divorcio, sino que muchos sectores conservadores de la sociedad argentina también lo estaban. Ellos afirmaban que había que casarse una sola vez en la vida y hacer otra cosa era aberrante. Muchos pronosticaban el fin de la familia, además los hijos de padres separados eran mirados con lástima o desprecio. Muchos argentinos que se habían separado y querían formar pareja otra vez, viajaban al exterior para concretarlo. Durante muchos años la frase "persona divorciada" era lo mismo que decir "persona fracasada", un estigma que ya quedó enterrado en el pasado.

Evolución

En agosto del 2015 empezó a estar en vigencia el nuevo Código Civil que pretende estar más cerca de la vida real de los argentinos.

La verdad es que lo ha logrado, porque estas nuevas normas son más comprensivas y están actualizadas a las necesidades de la gente. Hoy, gracias al divorcio express, la gente puede separarse rápidamente sin necesidad de ventilar intimidades a la justicia. Tampoco hay que esperar tres años para concretarlo, sino que simplemente se le comunica a las autoridades el deseo de separarse.

En el 2010 se sancionó la Ley del matrimonio igualitario, que permite a dos personas del mismo sexo, se casen.

Actualmente conviven armoniosamente distintos modelos de familia: ensambladas, monoparentales, homoparentales, etc. Nada de eso sorprende ni tiene por qué llamar la atención. Los niños ven y aceptan distintas familias con total naturalidad.

Aunque todavía existen personas intolerantes ante esta nueva realidad, ellos son cada vez menos. Hasta los manuales escolares presentan nuevos tipos de familia, para no queda afuera del contexto social.