La mayor motivación de los turistas que eligen Guatemala como destino, es el pasado maya que atesora cada rincón de estas tierras. Una herencia culturalmente rica, visualmente atractiva y madre de todos los pueblos indígenas que habitan actualmente este país de Centroamérica. Un país en el que más del 40% de la población pertenece a etnias autóctonas, a diferencia de Chile o Argentina, por ejemplo, donde apenas un 5% de sus habitantes se reconoce indígena -y más encima, muchas veces ese reconocimiento es con un dejo de vergüenza-.

Hov viajamos a Guatemala, particularmente a la región de Petén.

Para llegar ahí, se puede tomar un avión desde la capital guatemalteca; un vuelo interno que demora una hora y que tiene un valor promedio de 150 dólares. Aterrizados en Petén, la próxima parada de este viaje es Tikal, un parque nacional muy bien conservado, que hace miles de años fue una ciudad maya.

Al entrar al parque llaman la atención los inmensos árboles que durante siglos han estado en este lugar. También los monos trepando las ramas del bosque y los mosquitos, que desde un comienzo son parte del recorrido. Por esto mismo, antes de ingresar es recomendable usar repelente y así evitar numerosas picaduras.

Luego de caminar unos 15 minutos, y aún con la presencia de mosquitos, comienzan a aparecer las primeras estructuras de piedra, pertenecientes a la cultura maya, que habitó territorios que hoy pertenecen a México, Honduras, Guatemala, Belice y El Salvador.

Lo primero que salta a la vista es una pirámide de unos 25 metros de altura, perfectamente construida y direccionada hacia el sol, uno de sus principales dioses. Desde las alturas, y más cerca de las divinidades, de acuerdo a sus creencias, los miembros de la clase alta rezaban por el bienestar del pueblo y por la abundancia de alimentos, mientras que el resto de la población debía orar en construcciones a ras de suelo.

En la travesía por Tikal, que tiene una superficie de 16 kilómetros cuadrados, destacan también los lugares donde se realizaban sacrificios humanos. Se trata de una especie de ángulo recto hecho de piedra, donde algunos mayas entregaban sus vidas por los dioses. Además de creer firmemente en la reencarnación, pensaban que al morir el pueblo estaría mejor y que la prosperidad económica, basada en la agricultura, sería aún mayor gracias a su inmolación.

Continúa la excursión por Tikal y sigue sorprendiendo la majestuosidad de las obras erigidas por los mayas unos cuatro mil años atrás. El gran jaguar, cuya edificación habría durado dos décadas, es un templo que no deja a nadie indiferente: mide unos 35 metros y llegar hasta lo más alto requiere de buen estado físico. También impresiona la plaza, una especie de ágora en la que se realizaban asambleas y donde los niños se recreaban. Pero lo que más impacta es acceder a un palacio maya y recorrerlo. Se identifican amplios espacios, algo así como salones y también habitaciones con sitios para dormir que no superan el 1,50 metro de largo; y es que los mayas medían en promedio alrededor de 1,45 m.

También se pueden ver las ventanas ideadas para el ingreso de luz natural y la presencia de un área para guardar pertenencias en cada habitación, algo así como un clóset.

Caminar por el parque Nacional Tikal, en Guatemala, es una experiencia única, majestuosa e inolvidable. Si bien hay muchas construcciones a la vista, los guías cuentan que más del 70% de las estructuras mayas aún están bajo tierra y que desenterrarlas requiere de grandes sumas de dinero; algún día, dicen, se realizará. Pero igual hay mucho que mirar en este paseo, en el que la lluvia se puede hacer presente en cualquier momento. Aunque en esta zona es común que caiga agua, la lluvia era, para los mayas, una manifestación física de sus dioses, un símbolo de abundancia que imploraban, nunca acabara.

Cada año, alrededor de 400 mil turistas llegan a Tikal, y aproximadamente por 20 dólares pueden ingresar a este parque, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1979. Y aunque a fines de 2012 algunos decían que el mundo se iba a acabar, porque el 21 de diciembre de ese año terminaba el calendario maya, en Tikal son enfáticos al señalar que sólo significaba el término de una era y el inicio de otra. En el ciclo anterior, o en este, los mayas están presentes como una cultura rica que se convirtió en el origen de los más de 20 pueblos indígenas que aún viven en Guatemala.