Existen aproximadamente unas 600 especies de plantas carnívoras, distribuidas en todos los continentes. Crecen especialmente en zonas donde la tierra no tiene nutrientes, por ello se alimentan de insectos y así satisfacen sus necesidades nutricionales. Ambientes como pantanos y laderas de piedra suelen ser los más comunes para su crecimiento, donde el suelo es ácido y con escaso nitrógeno.
Estas plantas realizan la fotosíntesis igual que cualquier otra, y sus hojas fabrican hidratos de carbono.
Lo que las hace excepcionales son sus complejos mecanismos de atracción; estos se activan para atrapar a sus presas, que en todos los casos, son insectos, pequeños animales o peces.
Posteriormente, la planta comienza a segregar enzimas digestivas, absorbiendo los nutrientes de las presas y asimilándolos para su crecimiento.
Entre las especies más comunes, se encuentra la 'Dionaea muscipula', conocida como 'Venus atrapamoscas' (foto). Esta planta atrae los insectos, liberando gotitas de almíbar; luego los captura a través de cepos, como trampas de oso. Cuando la presa se mueve, aparecen pelitos sensitivos que la sujetan y se cierra rápidamente. Durante la época fría del año, entran en estado de hibernación y luego, durante la primavera y el verano, comienza su cacería recuperando su crecimiento. Llegan a vivir entre 20 y 25 años.
Otra variedad son las 'Droseras': estas captan a sus víctimas con gotitas de pegamento dulce que se encuentra sobre sus hojas, que comienzan a enrollarse en cuanto el insecto intenta salir.
Así, lo asegura y comienza a liberar enzimas digestivas.
Las 'Sarracenias', poseen un llamativo mecanismo para apresar su alimento. Segregan un néctar tóxico que dopa a los bichitos que se acercan, impidiéndoles todo tipo de movimientos y por tanto, la posibilidad de escapar; luego las enzimas lo descomponen, convirtiéndolo en alimento asimilable.
Se encuentran principalmente en Estados Unidos y el sur de Canadá. Son capaces de soportar climas muy extremos, inclusive nieve, y llegan a medir hasta 1,50 metros de altura. Su crecimiento es lento pero viven muchos años.
A lo largo de la historia, muchos relatos han permitido hacer crecer la idea de que estos vegetales son capaces de devorar a las personas.
Una leyenda muy difundida, fue la de la 'Flor de la Muerte', que surgió del relato de un explorador inglés acerca de una isla ubicada en el Océano Pacífico, donde crecía una enorme flor capaz de atraer a un hombre con su dulce fragancia, y devorarlo mientras este dormía.
En México, un relato compuesto de mucha fantasía, contaba de la existencia del 'Árbol serpiente', que tenía ramas semejantes a un pulpo; con ellas capturaba animales y personas abrazándolas.
Charles Darwin, en el año 1875, publicó su obra 'Plantas Insectívoras', explicando científicamente el comportamiento y la constitución de estos vegetales.Sin embargo, su mensaje no fue tenido en cuenta. Así, el cine y la literatura alimentaron estas fábulas, sacando provecho de las leyendas y dejando un halo de duda entre las personas que poco conocían del tema.
En el presente, se realza su valor como un fenómeno más de la naturaleza, como seres vivos dignos de conocer y proteger por su belleza y, por ser un eslabón más de la cadena alimenticia propia del equilibrio ecológico.