Los ejemplos de violencia en el fútbol argentino sobran; ya en el año 1924, en la final del Sudamericano, un hincha de Boca dio muerte a un uruguayo en Montevideo y, varios jugadores lo ayudaron a escapar a Argentina. Clelio Caucia, arquero de Vélez en los años 20, peleaba con los seguidores ubicados detrás del arco porque lo insultaban.
En 1946 los fanáticos de Newell's intentaron ahorcar al árbitro Osvaldo Cossio en el Parque Independencia, por suspender el partido con San Lorenzo. La recordada puerta 12 de River, cuando fallecieron 71 hinchas en 1968.
En el vestuario de Estudiantes en el año 1983, explotaron petardos y, en 1988 en la cancha de Instituto, una bomba rompió los vidrios y la herida que recibió Claudio Zacarías le puso punto final a su carrera.
Hay muchos más hechos y todos demuestran que con el paso de los años, la violencia dejó de ser aislada para convertirse en permanente y estructural, donde todas las partes son responsables.
Retrotraerse a los orígenes, permite comprobar los inicios brutales de esta práctica deportiva en Inglaterra, consistente en un mecanismo de batir y aniquilar al enemigo y, donde la pelota que se usaba era la cabeza de un soldado romano que había muerto en la batalla. Su creciente aceptación y a la par, la violencia siempre presente, llevó a decidir entre prohibir totalmente este juego o introducirle un mecanismo civilizador para llevar adelante el conflicto de un modo pacífico.
En otras palabras, concebir el Fútbol como una guerra pero desarrollado sosegadamente.
Para ello, se incorporaron cuatro elementos tendientes a perfeccionarlo; por un lado, la creación de una institución tendiente a velar por la justicia, esta es la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado); por otro lado, la elaboración de una normativa, las 17 reglas; también la designación de un juez que imponga las reglas, el árbitro; y, finalmente, la creación de la política anti violencia, fair play.
Este intento por explicar el conflicto en el fútbol, comparándolo con la guerra, implicaría encarnar una lucha entre dos parte que desean alcanzar la victoria de cualquier forma, en un territorio y tiempo específico. Una afirmación así, lleva a comprender la violencia consecuencia de la interacción de diferentes actores directos e indirectos.
Entonces la violencia no es una, sino múltiples, cada una con su lógica particular, al tiempo que son cambiantes porque poseen historia. En este deporte, la violencia se inicia en la cancha, derivada de su propia esencia y que actúa en forma centrífuga. Continúa con la violencia en los estadios, relacionada con la pasión de sus hinchas; sigue con la violencia de los bordes, que sucede en los alrededores de la cancha como un desborde hacia la ciudad; por último, la violencia en la sociedad en general, que va por fuera del deporte en sí, aprovechándose de esta práctica como una dinámica centrípeta.
Por el momento se carece de un estudio serio que registre las variables implicadas y que interprete las manifestaciones violentas en el fútbol.
En el presente, Inglaterra se destaca por ser uno de los países que erradicó estos conflictos. Puso a disposición todas las herramientas probatorias de hechos delictivos en este deporte y luego, algo característico del derecho anglosajón, pocas leyes flexibles pero de cumplimiento muy rígido. Sin entrar en abundancia de normativa legal, las que existen, se respetan y se cumplen a rajatabla.