La joven realizadora israelí, durante la conferencia brindada el pasado jueves en el foyer del Teatro Auditorium, se explayó -a raíz de una de las preguntas generadas por el público- acerca de la hiperconectividad a la que día a día estamos expuestos.
Hadas dijo que “hay una gran conexión con internet y las telecomunicaciones, esto de estar siempre disponible, mostrar nuestro estado, decir cómo estamos, compartir lo que estamos sintiendo”.
Toda nuestra comunidad de amigos, según Aroya, se entera de lo que nos está pasando, a ellos los llamamos “amigos”, pero paradójicamente ocurre que quizá a esas personas nos las encontramos en la calle y te dan vuelta la cara, o vos mismo las ignorás.
Como consecuencia se produce, por un lado, un máximo conocimiento de la persona, pero por el otro, se la desconoce. Esto último va constituyendo “una apertura y a la vez uno se cierra”. En cierto modo se pierde la empatía, porque dejamos de ponernos en el lugar del otro y, en definitiva, en vez de aumentar nuestra sociabilidad nos volvemos individualistas.
Durante la ópera prima de Aroya podemos ver a la protagonista –interpretada por ella misma- sumida en una vorágine comunicacional constante: Whats App, internet y aplicaciones de citas se hacen presentes en medio de esta pieza audiovisual.