Todos hemos vivido la experiencia de haber sufrido alguna fiebre. Por angina, por alguna infección estomacal, alguna enfermedad contagiosa, etc. En la ciencia médica, esta es reflejo de una reacción en nuestro sistema inmune frente a agentes infecciosos.

Ahora bien; se podrá sospechar que no es la idea conversar acerca de tópicos médicos, sino de nuestra realidad económica. El síntoma en discusión es la "fiebre", y el medio en rigor más científico y más utilizado para detectarla es el termómetro. Por supuesto, debemos dejar de lado algún beso cariñoso en nuestra frente de algún ser querido.

Imaginemos por un momento que utilizáramos, por algún motivo, tres o cuatro termómetros y que todos nos mostraran temperaturas divergentes. Sólo nos restaría regirnos por nuestra propia sensación corporal.

Pero apuntemos al grano. Pensemos en la fiebre como el equivalente a la inflación y al IPC (Índice de precios al consumidor) como el termómetro que mide tal fenómeno.

Es para destacar que existen por lo menos tres indicadores hoy en día, utilizados como referencia. El IPC Nacional Urbano (IPCNu), heredero del IPC Gran Buenos Aires (IPC GBA), el cual presenta cifras oficiales mensuales. Luego, el IPC Congreso, encargado de relevar información sobre precios de las principales estimaciones privadas.

Y por último, el IPC Buenos Aires (IPC BA), que releva la evolución de los principales precios en la Ciudad de Buenos Aires. Este evidenció un crecimiento del 2,2 % mensual durante el mes de mayo, a diferencia del IPC Congreso, que mostró una evolución del 2 % mensual (según el Informe Económico Semanal Banco Ciudad Nro. 335), y el IPC Nu, que finalizó con una variación del 1,03 %, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC).

Es importante analizar esta situación, más allá de las cifras y "tecnicismos". Tomemos un ejemplo que proviene de un amigo cercano y que puede resultar esclarecedor. Esta persona, vencido su contrato de alquiler, toma la iniciativa de empezar a buscar departamento. Trabaja en el centro porteño y tiene un nivel de ingresos que podríamos considerar "promedio".

Al encontrar el departamento que reúne todas las cualidades, se contacta con la inmobiliaria, que manifiesta cómo sería la forma de pago.

En principio, el vencimiento del contrato sería a los dos años, con una actualización semestral del alquiler a una tasa del 15 %, encontrándose mi amigo (y confieso gracias a algún aporte mío) con un incremento que ascendería al 32 % luego de dos períodos, y finalizado, el mismo sería de un 52 % más. ¿Esto qué nos muestra? Que en un contexto donde hay múltiples referencias de precios, es muy difícil poder tomar decisiones relativas a nuestra vida financiera o económica, sobre todo si involucran contratos.

Volviendo al ejemplo; tener fiebre y disponer de tres termómetros que ofrecen distintos resultados, dificultaría comenzar un tratamiento médico.

El caso de la inflación es similar: disponemos de diversos mecanismos, pero el que termina siendo más representativo es aquel que surge de nuestro propio relevamiento como consumidores. Esto complejiza aún más un mundo complejo, ante la falta de estadísticas oficiales fidedignas. Quedará en manos de las autoridades actuales o futuras, la difícil tarea de homogeneizar señales, con el objetivo de disminuir dicha complejidad.