A quién no le gusta el chocolate, el chocolate con maní, con dulce de leche, a quién no le satisface un sándwich delicioso, a quién no le apetece un vaso de cerveza bien fría... Cómo tantos otros estímulos, como salir con amigas o amigos aunque estemos viviendo con una pareja, a quién no le gusta bailar hasta el amanecer aunque tengas hijos, quedarse en pijamas y pantuflas mirando televisión.

Pero nuestros sentidos se dejan influenciar por ciertas censuras, mandatos, prejuicios, para rechazar a todo placer. Le decimos "no"; no a las harinas, no a lo dulce, no a los fiambres, no al alcohol, no a trasnochar, no a la salidas, no a la pereza, no a la libertad de elegir sin  miedo de lo que puede suceder, sin miedos a lo que pueden decir los otros, sin  miedo al rechazo por no pesar 45 kg.

 ni ser bellos, esbeltos, hiperactivos, sin ser invariablemente productivos.

El resultado no siempre  es convertirnos en " geniales", en sentirnos satisfechos, sino que todo lo contrario; nos sucede que la insatisfacción se hace crónica y ya nada nos conforma, entonces vemos como hombres y mujeres nos realizamos una, dos, tres,.. operaciones para ser más bellos, cómo  llevamos a cabo todas las dietas disponibles para ser delgadísimos, cómo corremos días y casi noche para ser más productivos, tener más dinero, mandar a nuestros hijos al colegio más caro, comprarnos el mejor auto, cambiar la casa, ir de vacaciones al sitio más top y mostrar todo lo adquirido, todo lo que puede persivirse con la vista, para obtener un lugar destacado entre nuestro círculo de gente.

Pero la insatisfacción y por ende la ansiedad aumenta también. Y no somos los únicos afectados, ya que nuestros hijos están obligados a vivir de la misma manera, sin chances de cuestionar nada: colegios de doble jornadas, deportes sofisticados, idiomas, ropas de marca, cumpleaños super producidos, y una vida sin tiempos para disfrutar del cielo abierto en una plaza del barrio, sin horarios, sin celulares, sin trabajo.

No opino que querer estar mejor, es decir, tratar de incrementar nuestra calidad de vida, sea negativo, lo negativo es cuando ese "querer" se convierte en nuestro único motor, nuestra forma de vivir, y ya no se puede concebir una vida sin tiempo para el ocio, para la libertad de comer algo rico, de ensuciarse en el pasto con nuestros hijos, de hacer un regalo de navidad con nuestras propias manos y en familia, sin la necesidad de comprarlo todo.

Somos libres de elegir, y podemos elegir divertirnos, disfrutar, calmarnos, querernos por lo que somos y no como lucimos. Una risa feliz es más bella que una risa llena de botox.