Después de largas y secretas negociaciones entre los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos, con la mediación de Canadá y el aporte del Papa Francisco, Barak Obama ha comunicado la intención de restablecer relaciones diplomáticas con la isla caribeña, en principio reconociendo la ineficacia de un bloqueo comercial de más de cincuenta años.
Ante el anuncio del primer presidente negro en la historia de los Estados Unidos, seguramente previamente pactado, la comunidad internacional pudo escuchar la respuesta del actual mandatario cubano Raúl Castro.
El hermano del Comandante Fidel Castro manifestó públicamente el deseo de que el pueblo cubano pudiera convivir pacíficamente con los americanos respetando las diferencias ideológicas que los separan. "Hay que aprender a convivir con nuestras diferencias", dijo Raúl Castro.
Así las cosas, a esta buena noticia, después de ocupar los titulares de los periódicos de todo el mundo brindando, hay que agregarle que para que la buena intención de Barack Obama tome forma y se concrete todavía hace falta algo muy importante. Para levantar el bloqueo comercial con la isla, debe obtener la aprobación del congreso donde, precisamente, hoy en día Obama no cuenta con mayoría. Vale la pena señalar que el bloqueo a Cuba no está planteado por parte de los Estados Unidos en términos únicamente económicos.
Poco es lo que pierde o deja de ganar el comercio americano con la isla, en comparación con la apertura de otros mercados, como el de China, que es el que ahora le interesa. Más bien, el bloqueo norteamericano ha sido una especie de castigo ideológico, una decisión imperialista y unilateral donde el más perjudicado, después de todos estos años, ha sido el pueblo cubano.
Muchas son las lecturas que se están haciendo de esta iniciativa norteamericana para terminar con lo que se denominó como "la última guerra fría" entre dos países. Una larga serie histórica de conflictos que dieron como resultado una incomunicación y un distanciamiento político que duró 53 años; por ejemplo el bloqueo económico a Cuba se inició en el año 1961.
Con todo, se presume que estamos ante el principio de un cambio donde ambas partes se comprometen, por lo menos, a restablecer las relaciones diplomáticas. Esto implica que vuelva una Embajada y un Embajador americano a La Habana, a que se liberen algunos presos políticos, y a comenzar a conversar; a empezar a "limar" asperezas. Seguramente ello contará con la intermediación del Vaticano y de otros gobiernos neutrales, sobre todo para que Cuba vuelva a ocupar posiciones respetables en Naciones Unidas y en otros foros continentales como la Organización de Estados Americanos (OEA). En este último organismo, Estados Unidos tiene una posición más que dominante sobre otros países latinos y sudamericanos.
En fin, que todavía falta un poquito para que vuelvan los hoteles y los prostíbulos americanos a la isla alegre y tropical; todavía queda mucho camino, mucho que conversar y pactar por delante. Los Estados Unidos, como buena parte de los países que integran la Unión Europea, siguen exigiendo a Cuba un gobierno democrático con elecciones libres y una revisión a la política, un programa transparente donde puedan intervenir veedores internacionales, de cara a garantizar los derechos humanos de los ciudadanos cubanos.