El recuento de los votos santafesinos de las elecciones 2015 confirmó la tendencia del primer escrutinio, dando un ajustadísimo triunfo a la fórmula socialista-radical. Las suspicacias, el escrutinio que se interrumpe en mitad de la noche y se reanuda con un resultado distinto, son fenómenos habituales en la provincia desde 1987; a casi ninguna elección santafesina le faltaron tales condimentos.
Sin embargo, asoma una novedad. Cada uno de los candidatos, vencedor y vencidos, coincidió en destacar los votos que "no" fueron hacia los demás, más que los propios.
"El 70% de los santafesinos no quiere este gobierno", afirmó Del Sel. Olvidó hablar del alto porcentaje de santafesinos que cambiaron su voto de las primarias hacia Lifschitz y Perotti, quizás considerando que ser gobernados por el ex Midachi era una broma de pésimo gusto.
Perotti, del FJpV, se abstuvo de hacer declaraciones. Pero desde el gobierno nacional, el ministro Florencio Randazzo expresó que "el 70% de los santafesinos votó en contra de la antipolítica".
Al mismo tiempo, innumerables cuadros intermedios del FPCyS resaltaron que el 70% de los santafesinos no quiere a Del Sel, y que el mismo porcentaje no está de acuerdo con el kirchnerismo.
- Debilidad del gobierno, ¿ventaja para el pueblo?
La experiencia kirchnerista -
Existen dudas sobre la gobernabilidad de la provincia. Es raro que Del Sel lo remarque: si hubiera obtenido 2000 votos más, sufriría de la misma "ilegitimidad" de la que acusa a Lifschitz.
Sería bueno recordar la experiencia de 2003.
Las medidas kirchneristas que hasta los opositores elogian o se abstienen de mencionar, han sido tomadas en momentos de debilidad o crisis de gobierno.
En 2003, Néstor Kirchner fue presidente con poco más del 20% de los votos, porque Menem renunció al balotaje. Consciente de la necesidad de crearse una base política, lanzó un plan de reactivación que tuvo resultados innegables. Impulsó la anulación de las leyes de impunidad para los represores de la dictadura y el cese de la intervención del FMI.
La AUH, que Graciela Michetti acaba de defender, es contemporánea de la crisis de 2008, como el Pro.Cre.Ar.
En sus momentos de mayor aprobación, en cambio, aparecen medidas que ni siquiera los kirchneristas se apuran a defender: el nombramiento de Milani, la concesión a Ciccone, el intento de construir el Tren Bala a Rosario y otros hechos de sabor inconfundiblemente menemista.
La lección parecería clara: no es la adhesión incondicional, ni la oposición ciega, lo que moviliza a un gobierno en favor de los ciudadanos. Parecería que una presión juiciosa sobre cualquier gobierno (descartando toda solución mesiánica o golpista) y una atención más dedicada a las medidas que a las figuras, es la mejor receta para convertir a nuestros mandatarios en personas útiles al bien común. No olvidemos que "mandatario" significa "el que obedece un mando", y que la democracia consiste en que seamos nosotros, colectivamente, los "mandantes".