El yogur reúne todas las ventajas de la leche: aporta de forma equilibrada proteínas, vitaminas y calcio, pero menos lactosa. Además, se halla más enriquecido en calcio y proteínas y resulta de mejor digestión. Se considera indispensable en una dieta sana y variada.
Mantiene el peso corporal. Una gran cantidad de estudios ha demostrado que el calcio se vincula con el metabolismo de las grasas y, de tal manera, que un aumento en su ingesta propicia la excreción de estas.
Por otra parte, los productos lácteos en general sacian, aunque en este aspecto, la mayor incidencia la tiene el yogur porque en su elaboración se añaden fracciones de leche, sobre todo seroproteínas, que proveen señales de saciedad más amplias que ayudan a no comer de más y, en consecuencia, a que la persona no engorde.
Diabetes tipo 2, hipertensión. La ingesta de lácteos baja el peligro de contraer diabetes tipo 2. En el caso específico del yogur, la fermentación de la leche libera péptidos con capacidades para actuar contra la hipertensión.
Calcio, huesos y dientes. Alrededor del 60 % del calcio que consumimos viene de la leche. En este sentido, es harto difícil sustituirlo por otra fuente que no sea el yogur: su contenido en vitamina D, potasio y magnesio faculta la absorción del mineral, que es indispensable para el desarrollo y cuidado de la masa ósea y la dentadura.
El yogur es uno de los pocos alimentos fermentados con microorganismos vivos que facilitan la digestión de la lactosa por lo que beber/y o comer uno cada día mejora la calidad de la dieta.
Ácidos grasos. Los lípidos de la leche poseen ácidos grasos esenciales, que ejercen funciones de síntesis que el cuerpo no puede realizar por sí mismo. Son un mecanismo de transporte de las vitaminas liposolubles.