Hacía bastante tiempo que me rondaba por la cabeza la idea de plasmar en papel mis experiencias y sentimientos que comencé a vivir desde que me convertí en esto que se hace llamar: abuela.
Noté de pronto que éramos muchas las que pasábamos por esto; sentí que entre todas podíamos salir airosas de la experiencia, porque si pensamos un poco nos daremos cuenta que cuando éramos chicas, ser abuela era como ver a una señora grande, canosa, por lo general muy buena cocinera, que nos engullía a más no poder a cada rato además de ser excelente tejedora, costurera, enfermera, etc.
etc. Algunas de ellas también "abrían la puerta para ir a jugar", pero eran las menos, ya que la medicina no estaba tan evolucionada y tener 70 años ya era cursar "el camino hacia la eternidad".
Pero hoy, Abus queridas, la cosa cambió: por estos tiempos a esa edad todavía estamos trabajando como locas, amamos, estudiamos, vamos al gimnasio, al spa o a la peluquería, ya sea a darnos un baño de queratina o a hacernos las manos y los pies o la tediosa tintura.
Pero claro, están ellos. Si, ellos. Me refiero a esas criaturas-jefes-amantes-maravillas de la humanidad llamadas: nietos.
Y de pronto nos encontramos con que todo aquello que soñamos hacer "cuando nos jubilemos" se nos va al demonio.
Simplemente porque tenemos una hija que trabaja por un sueldo que, por supuesto, alcanza cada vez menos y no puede pagarle a nadie para cuidar de sus retoños.
Además porque la escuela todavía se empeña en empezar a las 7 y cuarto de la mañana y terminar a las 16 y 30.
Si. A las 16 y 30 horas. ¿Me pueden decir cómo es posible ese horario?
¿ Quién corno puede ir a retirar a sus hijos a esa hora me quieren decir? Porque si se entra a trabajar a las 8 ó 9 de la mañana, hasta las 17 o 18 hs no se puede largar. Y entonces, ¿Quién fue el genio que inventó ese horario? Y bueno, ahí estamos nosotras, las Abues. Que no nos queda otra que dejar de ver la película por cable que nos encanta y tener que salir corriendo a buscarlos.
Y nos preguntamos: ¿Por qué Señor, por qué? Si ya lo hicimos en su momento.
Y la respuesta es muy sencilla: simplemente por una única y valedera razón: porque los amamos.
Simple y llanamente. Y porqué le agradeces todos los días de tu vida el poder criarlos y amarlos como lo hiciste con tus hijos. Bienvenidas al siglo XXI.