Luiz Inácio Lula da Silva, el más grande líder latinoamericano, el político más popular del mundo después de Barack Obama, es acusado de corrupción en su propio país, envuelto en un escándalo de sobornos por la causa Petrobras. La historia comienza el último viernes a la mañana, cuando la policía lo va a buscar a la fuerza, para que declare por un caso de coimas que envuelve a la empresa petrolera. La forma en que se llevó a cabo dicho procedimiento fue espectacular y escandalosa. Lo más lamentable del caso es que los medios de comunicación brasileños supieron de esta detención antes que Lula.
Cuando salió de la fiscalía, el ex presidente brasileño dio una conferencia de prensa donde dijo sentirse prisionero en su propio país, agregando que si querían interrogarlo simplemente lo hubieran citado correctamente y el hubiera acudido sin problemas, porque no tiene nada que ocultar. La justicia brasileña tiene ahora la dura tarea de determinar si Lula es culpable o no, de cohecho y lavado de dinero. Estarán juzgando a un líder que es inspiración de miles de políticos, alrededor del mundo.
Lula quiere ser nuevamente presidente de Brasil en el 2018, y cree que todo este tumulto que se armó tiene como objetivo destruir su imagen para que no vuelva a ser el jefe de estado de aquel país. Sus seguidores son conscientes de la gran influencia que tiene el ex presidente en su país y en el mundo.
Él sacó de la pobreza a 40 millones de brasileños y fortaleció la clase media de esa nación. Los fanáticos del político dicen que "Lula preso se convierte en héroe, Lula muerto se convierte en mito y Lula libre es presidente".
La primera persona en apoyar a Lula fue la actual presidente de su país, Dilma Rousseff, quien lo visitó en su casa de San Pablo.
Además, todos los jefes de estado de la región quieren que el proceso de investigación sobre el ex presidente sean correctos y no una "persecución política" que ensucie la democracia de América Latina. Brasil elige presidente en 2018 y veremos cuál fue el destino final de Lula da Silva.