Por diferentes razones, hay mujeres que abandonan sus estudios, carreras, profesiones, para concentrarse en la actividad pura y exclusiva de organizar el hogar. No siempre se trata de señoras sumisas y sin creatividad, sino que son damas con un gran espíritu que no tienen la posibilidad de dedicarse a lo que les gusta o apasiona.

Estas mujeres, en su mayoría madres, no encuentran la manera de volver a tener nuevas oportunidades, ya que el mercado laboral es riguroso, poco permeable, machista, y prejuicioso. De esta manera, una ama de casa de 35 o 40 años, que desea realizarse profesionalmente, se encuentra con la realidad de no poder acceder a un empleo, y con muchos inconvenientes para retomar sus estudios, ya sea en una facultad, en un nivel terciario, o en un instituto.

En el peor de los casos, se miran al espejo y creen que el mensaje que les da la sociedad es real, que están grandes y que esa madurez obtenida no es necesaria para nadie; que ya no pueden competir por un empleo, y que sus destinos no avanzarán muchos pasos más que al mercado de frutas.

Pero en otros casos, las amas de casa creativas se apropian de su destino y contra viento marea pelean por una pasión; algunas como artesanas, otras como artistas, otras como emprendedoras; así el mundo comienza a gozar de productos, servicios y arte, con la mejor calidad. Ellas dirigen pequeñas o medianas empresas dándole la posibilidad a otras mujeres de obtener un empleo digno; ellas pintan los más emocionantes cuadros, reciclan muebles, tejen preciosas prendas, y también asisten a la facultad obteniendo las mejores calificaciones.

Esta realidad nos demuestra que la madurez es una pieza fundamental para lograr objetivos, la madurez nos aporta sensatez, responsabilidad, sensibilidad y pasión en nuestra vida.

Las culturas modernas deberían brindarles más posibilidades a este grupo etario, para la satisfacción y la realización de la sociedad toda. No nos olvidemos que son las gestoras de las familias, y por ende, de los ciudadanos.