Nuestra selección de Fútbol cayo en desgracia un 8 de julio de 1990, cuando por una polémica decisión del arbitro Edgardo Codesal Méndez Alemania ganó el duelo con un gol de penal, y a partir de allí Argentina comenzó un largo proceso de trastabilladas presentaciones en competencias internacionales. Han pasado 25 años desde ese fatídico bautismo de fuego, y en el medio de toda esa historia, la ilusión de volver a ser campeones se fueron diluyendo entre técnicos caprichosos y jugadores intocables.

Salvo en dos ocasiones (Copa América Chile 1991 y Ecuador 1993) nuestra gloriosa albiceleste ha participado infructuosamente de muchos torneos, siempre habrá quien diga "lo importante es competir", o "a pesar de no haber ganado, ser el subcampeón es algo muy positivo".

Y la verdad que si se trata de competir ya hemos competido muchísimo. A esta altura del partido estamos hambrientos de gloria, goles, triunfos, orgullo legitimo y no lastimero.

Hemos amasado la reputación de Cebollitas (en referencia al programa infantil Cebollitas, donde salían subcampeones y festejaban mas que los campeones) y no podemos revertir la situación. contamos con los mejores jugadores del planeta, goleadores de liga, alabados por sus pares y ex futbolistas, todos los fines de semana vemos sus magistrales jugadas y soberbias definiciones. En Europa brillan mas que el Lucero. Pero cuando llega el momento de ponerse la celeste y blanca algo pasa, se agrandan en partidos prácticamente irrelevantes, muestran felicidad y jogo bonito, le metemos 6 a Serbia y Montenegro y somos los mejores.

Más cuando nos ponen delante un rival de peso, con fútbol, estos chicos se olvidan de como jugar, se les achica el arco, se les invierten los pies y definen tan, pero tan mal. La estrella del grupo camina la cancha, Higuain le pifia en los momentos críticos (Alemania 2014, Chile 2015) y seguimos esperando, sentados sobre una bola de nervios, comiéndonos las uñas, esperando y esperando que esta maldición se termine.

Somos argentinos, somos todos técnicos, hablamos, gritamos, alentamos, nos ilusionamos y al final nos quedamos con ese sabor amargo en la boca y la garganta, nos quedamos con un montón de preguntas y criticas, nos quedamos con el rostro entre las manos y las miradas perdidas, otra vez subcampeones, otra vez Cebollitas.

Quizás no es justo caerle a 2 o 3 jugadores o al técnico, pero tampoco es justo quitarles responsabilidad y que se la lleven de arriba.

Son un grupo y deben responder como tal, para bien o para mal. Nosotros seguiremos alentando y cumpliendo nuestro papel de hinchas, haciéndonos cargo de lo que somos y de lo que opinamos, gritaremos, reiremos, lloraremos. Porque no hay nada mas lindo que el fútbol. Basta de Cebollitas.