La experiencia exitosa de la boleta electrónica en las elecciones porteñas pone el tema del voto electrónico en discusión a poco de las PASO nacionales. Para entonces los porteños, por ejemplo, deberán volver al viejo sistema en papel luego de haberse adaptado a la nueva plataforma utilizada en los comicios de la ciudad. 

Primero, debemos distinguir entre voto electrónico y boleta electrónica. La boleta electrónica es un tipo de voto dentro de la categoría difusa de voto electrónico. En esta entra todo aquel tipo de voto que reemplace mediante la tecnología al voto tradicional de urna y papel.

Por lo general, se lo asocia a aquellas máquinas que registran y computan los votos automáticamente. La boleta electrónica se diferencia en este punto: "La máquina no guarda ningún tipo de dato. La información solo se graba e imprime en la Boleta Única Electrónica, asegurando el secreto de sufragio." Esta cita corresponde al instructivo de Vot.Ar, empresa argentina creadora del método recientemente incorporado a la Capital Federal.

Entonces, ¿Qué impide la implementación de este sistema en las elecciones nacionales? ¿Falta de voluntad política? ¿Falta de transparencia y confianza en el sistema? Pareciera que la respuesta gira sobre ambas.

La hipótesis de la falta de voluntad política es simple: no se cambia el sistema electoral porque aquel que tiene la facultad de hacerlo lo juzga inconveniente para sus ambiciones.

Allí aparece inmediatamente el nefasto concepto de lista sábana: la totalidad de los legisladores en un cuerpo de la boleta. Es este el gran atributo que el voto electrónico amenaza con romper: el armado de las listas de diputados de los grandes distritos podría ahora personalizarse por cada votante. Esto se suma al "efecto arrastre" que los cuerpos de las boletas posibilita.

Hoy, aquel que vota a un determinado presidente probablemente termina votando a los legisladores de ese espacio solo por el hecho que vienen adosados en el cuerpo de la boleta y votar diferente implicara cortarla y realizar una combinación con otra boleta que no siempre resulta clara y sencilla.

En esos ítems el voto electrónico posibilitaría la personalización del voto de forma simple, ofreciendo también un mecanismo ágil para el conteo de aquellas combinaciones.

Puede que hayamos dado en nuestro análisis con el mayor de los motivos para resistir al voto electrónico en la Nación como en la Provincia de Buenos Aires, distrito que cuenta con la mayor cantidad de diputados nacionales: 70. Lo que los grandes referentes políticos pueden arrastrar en su boleta de papel es, como vemos, un factor vital.

Queda, por el otro lado, la resistencia al voto electrónico por la presunción de poca transparencia o facilidad para el fraude. El voto electrónico se ha implementado en diversos lugares del mundo con resultados diversos en cuanto al respecto. Una investigación del sitio web "Chequeado.com" consigna que en Holanda y Alemania, por ejemplo, las irregularidades relacionadas al fraude electrónico determinaron el retorno al viejo sistema en papel hacia fines de la década pasada.

El sistema de boleta electrónica, en este contexto, puede resultar un buen híbrido entre lo tradicional y lo nuevo. La boleta registra en un chip el voto pero a la vez se imprime la elección en el papel, de modo que ambos sistemas electorales parecieran converger en ella. Se facilita así la adaptación paulatina de votantes y autoridades en camino hacia formas electorales propias del siglo XXI.