Desde ya, durante las campañas electorales es amplio el menú que nos ofrecen los distintos candidatos. Jugosas ofertas que nos llegan como caídas del cielo. Siempre despiertan dudas, pero solemos hacer caso omiso: "Y, ¿a quién voto sino?"; "Roba pero hace"; "Es lo menos malo"; son algunas de las frases más comunes, las más oídas y más enunciadas por la gran mayoría.

Desde temprano comienza una balacera desde distintas veredas, desde distintos medios (gráficos, digitales, radiales o televisivos) en los que se presentan como eruditosa los candidatos que traen la fantástica resolución a todos los problemas argentinos.

Como el 'Cid campeador', conocen el terreno y vienen con una mágica estrategia. Y nos alimentamos de todo esto, desde la primera hora. Estamos desayunamos promesas. Pero, hoy me permito ayunar.

Creo conocer bastante las caras de estos personajes, y no por considerarme un sabio intérprete de la realidad. Sé que todos las conocemos bastante bien. Algunos arrastran unos cuantos años en el poder, unas cuantas campañas, unos cuantos cargos y unas cuantas promesas, pero...del dicho al hecho hay un largo trecho¡Si lo sabremos los argentinos! Las promesas de campaña vienen escritas en papel higiénico, las firman los candidatos y las guardamos en un sobre en el cuarto oscuro (el más luminoso que hay).

Se las devolvemos y luego ya sabemos para que se usan el papel higiénico. Sobran ejemplos...

Casi todos han mordido su parte de la caja Estado, de los bienes de la Patria y de los fondos del Pueblo. Y, parece una locura, pero los que hoy se enfrentan en vísperas electorales terminan siendo socios mañana. Es bueno que haya ratones para que no se sepa quien se come el queso.

La historia contemporánea de la Argentina está protagonizada por la traición. Un personaje de la política de gran trascendencia en los años ’90, y que sigue mordiendo u obteniendo desde el Senado un gran sueldo, dijo una vez: "Si decía lo que iba a hacer no me votaban". Un teórico de la traición.

Pero no es el objetivo de esta reflexión derrumbar toda esperanza o deseo que pueda haber surgido en torno un candidato, simplemente viene a analizar la coyuntura que atravesamos y parece repetirse una y otra vez.

Ergo, es deber confesar que cargo con una genuina cuota de fe también, porque creo que en algún momento aprenderemos, a los golpes quizás, como ha sido siempre. El argentino es experto en eso. Pero mientras tanto seguiremos desayunando promesas y cenando traiciones.