Los sucesos camino al balotaje no dan tregua. El escenario parece reconfigurarse a cada instante. Se intuye lo cerrado de la elección y se sigue respirando el clima de estupor y sorpresa ante los inesperados resultados del 25 de octubre.Por estos días, el endurecimiento de la campaña del kirchnerismo (solo por momentos con Scioli como actor principal) no ha de resultar extraño. El discurso tosco y confrontativo ha sido parte de su esencia y responsable de gran parte de sus logros, se juzguen estos positivos o negativos. Nobleza obliga, no podía faltar este ingrediente ante la más clara amenaza de muerte que el movimiento haya experimentado jamás.
En ese contexto apareció la ahora denominada “campaña del miedo”: un gran despliegue mediático tendiente a vaticinar consecuencias trágicas que el hipotético gobierno de Macri podría acarrear. Esto tampoco es novedad en el manejo kirchnerista. Macri ha sido elegido hace años como el blanco, como el enemigo ante el cual el discurso de choque se erige. El esquema es ideal: un empresario cheto de Barrio Parque frente al proyecto nacional y popular. La polarización es en este caso una herramienta política que le ha asegurado al kirchnerismo el monopolio del poder en la última década.
La instauración de Macri como el mayor opositor y su segundo puesto en las elecciones generales parecen entonces abonar a este movimiento estratégico que ha sabido realizar el kirchnerismo, hasta aquí de forma magistral, al elegir su adversario eventual.
Sin embargo, que Macri llegue al balotaje, y peor aún, que lo haga con serias chances de ganar, es un claro error de cálculo de la presidenta. Ese error tiene nombres propios como Anibal Fernandez y Florencia Randazzo, aunque no es ese el tema que nos convoca.
En ese clima de desliz político y rediseño de estrategias, el kirchnerismo lanzó una predecible campaña electoral que se concentra más en descalificar burdamente al adversario que en resaltar virtudes del candidato propio.
Endurecimiento del discurso (aun más) y apuntalamiento de la polarización, el manual es el mismo. Lo novedoso y llamativo de esta ocasión es que la campaña, lejos de sembrar dudas en torno al candidato opositor, generó una ola de burlas y sátiras ridicularizando las predicciones oficialistas. La denominada “Campaña Bu”.
Hábil maniobra del macrismo para convertir en contrataque un ataque, o espontánea respuesta del electorado.
Se lea como se lea, lo innegable es el fracaso de una campaña mediática impulsada por el kirchnerismo, con fuerte adhesión en las redes sociales, que pierde prontamente credibilidad y es devuelta cual boomerang a su origen en forma de sarcasmo que termina por socavar la propia credibilidad del oficialismo y su forma de hacer campaña. La campaña del miedo termina así por dar risa.
Al margen de lo curioso de la situación, lo que desde el punto de vista analítico vale la pena destacar es la lucidez y madurez política del PRO o Cambiemos y su propio electorado para sobreponerse rápidamente a arremetidas de este tipo, así como en su momento fue superado el “Niembro gate”. Este, y no cualquier otro indicador, es un reflejo real de las serias probabilidades del jefe de gobierno porteño de quedarse con la presidencia.