Es para mi de urgente interés señalar el singular y continuo proceso de cambios que está sufriendo nuestro sistema socio-político, tanto en el mundo como en Latinoamérica. Sobre el punto que me voy a expedir es la libertad de expresión. Libertad que fue uno de los logros fundamentales de procesos como la Revolución Francesa, o de los regímenes democráticos post-dictatoriales en Latinoamérica. Es un concepto tan fundamental que autores como Montesquieu, Rousseau y Voltaire consideraban que posibilitaba el avance de las artes y las ciencias y la verdadera participación política, y que también, según John Stuart Mill, es aquella que permite el descubrimiento de la verdad.

Y si vamos a su reconocimiento legal podemos remitir al artículo 19 de la "Declaración Universal de Derechos Humanos" (incorporada a la Constitución Nacional por el articulo 75 in. 22), donde se lee: "Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión."

¿Libertad con o sin limites?

Es de actualidad la controversia sobre si esta puede ser ilimitada o no. Según podemos ver desde el ámbito político, que ha tenido gran influencia de la Escuela de Frankfurt en lo "políticamente correcto" pareciera que se deben respetar ciertos límites.

Límites que en mi opinión, y aquí viene el quid de la cuestión, parecieran más ideológicos que aquellos razonables que permitan un buen y saludable debate. Es decir, constantemente y desde mi experiencia personal, al discutir la veracidad de un hecho o resaltar el aspecto negativo de una idea, me encuentro con personas que atacan con agresividad, perdiendo el respeto que nos debemos y haciendo oídos sordos a las críticas, justificando su accionar en que hay ciertos valores que no se negocian.

Estoy de acuerdo con ellos, valores como la honestidad, solidaridad, transparencia, respeto por el prójimo, igualdad, entre otros, deben ser valores fundamentales en todo sistema democrático, pero ellos no se refieren a los valores en este sentido, sino a hechos históricos o "tabúes" que se han impuesto desde los medios de comunicación, organizaciones "sociales", sistemas políticos y económicos, que no pueden ni deben ser cuestionados por nadie.

Tomemos como ejemplo al tema del Feminsimo. Pareciera que, cuando una persona, que no es ninguna extremista o machista, se cuestiona sobre la verdadera intención de esas marchas, es duramente cuestionada e invalidada aunque tenga fundamentos. Las personas que salen en su contra solo se ofenden e insultan, no respetan o buscan debatir sus fundamentos, pareciera que ese movimiento es incuestionable. Un error garrafal, todo hecho histórico debe cuestionarse, para bien o para mal, ya que una humanidad sin cuestionamientos quedará estancada para siempre y no superara nunca sus problemas, porque quien no cuestiona el pasado, no aprende a mejorar su presente y se queda sin visión del futuro.

Quiero terminar con esta frase de Stuart Mill quien en su obra "Sobre la Libertad" señala: "Debe existir la máxima libertad de profesar y discutir, como una cuestión de convicción ética, cualquier doctrina, por inmoral que pueda considerarse".