Las próximas elecciones en la Ciudad de Buenos Aires del 5 de julio tendrán un cambio importante en la forma tradicional que los votantes conocen. Desaparecen los cuartos oscuros y las filas de boletas en papel de cada partido descansando en los pupitres, para dejarle el paso a las pantallas táctiles de la nueva tecnología electoral.
El primer interrogante que se plantea es cómo en tan poco tiempo se podrá llevar a cabo esta transición sin que genere, en una gran porción de la ciudadanía, más de un conflicto; en especial entre la población mayor, que está más lejos de contactarse con estos dispositivos.
La experiencia extranjera nos adelanta en su implementación, tanto en Europa como en Latinoamérica, con resultados muy variados. Comenzando en algunos países en la década de los 90', como es el caso de Bélgica o Estados Unidos, se extiende su uso en los últimos 15 años, llegando a Brasil o Venezuela. En este último caso, se cuestionó en las elecciones del 2013, las cuales terminaron siendo fiscalizadas en la totalidad de las máquinas utilizadas.
En otros países directamente se optó por prohibirlo o detener su uso. El ejemplo más conocido es el de Alemania, que llegó a ser discutido en la Corte suprema. Lo mismo sucedió en Holanda, donde un grupo de expertos detectó vulnerabilidades en el sistema de seguridad de los resultados escrutados, igual que en el Reino Unido e Irlanda.
En nuestro país el reciente candidato a jefe de gobierno porteño por ECO, Martín Lousteau, criticó la seguridad del voto electrónico manifestando que "En Salta todavía hay escándalo. La celeridad no es sinónimo de calidad. Avancemos con cuidado. Alemania lo declaró inconstitucional; Holanda tampoco lo aplica. Hay que tener sumo cuidado con eso".
El caso de Salta ha despertado más de una queja; en tal sentido se expresó el ingeniero en sistemas Diego Saravia quien planteó la necesidad de conocer el código fuente del programa utilizado en las máquinas de votación electrónica para garantizar su transparencia. Además, aseguró que hay muchas maneras mediante las cuales se pueden modificar los datos de una computadora.
Si todo esto fuera así, la protección de los resultados de cualquier elección bajo este método corre el riesgo de ser vulnerada y atentar contra el proceso más preciado de expresión de la voluntad popular. No es un motivo menor como para generar preocupación en nuestro país, donde la transparencia y la seguridad institucionales están lamentablemente en una zona de constante cuestionamiento.
Por lo pronto, en las próximas elecciones, los porteños nos enfrentaremos a la máquina y veremos quién termina ganando la contienda.