Paseando por los bosques tradicionales de Palermo, el domingo por la tarde, quedé totalmente sorprendida con la actitud de todos los visitantes. No había ninguna persona adulta ni menor que no estuviese sacándose fotos en cada rincón por donde pasaban. Uno sacaba las fotos y otro era fotografiado.

No había diálogos, ni risas ni sorpresas, los celulares lo eran todo. Es triste la realidad de vivir a través de un celular. No poder mirarte a los ojos con tus amigos e interlocutores porque todos están constantemente mirando la pantalla, escribiendo, leyendo o percibiendo la realidad por medio de un objetivo.

¡Es tan hermoso nuestro país, nuestra provincia, nuestra Capital Federal, es tan hermosa la naturaleza, el cielo, el sol, las plantas, las charlas, los mates, relajarse, compartir, mirarse a los ojos y fluir sin retoques! Pero ahora la gente esta una al lado de la otra y en vez de hablar se escriben 'online'.

Supongo que se ha idealizado durante muchos años a las modelos, a los famosos, a los mediáticos, como si fuesen superiores. Y todo aquello que ellos hacían o mostraban: producciones fotográficas, opinar sobre todo, ser protagonistas de algo, obteniendo dinero y fama. Esta idea de superioridad, de belleza, de modelo, se acerca a la gente común por medio de Internet, ahora todos pueden mostrarse, ser famosos entre sus contactos, causar envidia o admiración entre sus pares, lucirse por medio de un blog y de fotos.

Pero estas circunstancias nuevas se tornan desmedidas, y cualquiera queda atrapado en las imágenes muertas, en una realidad retocada, y la vida se transforma en las acciones por mostrar lo que se esta viviendo. Entonces la realidad es una vil mentira, un engaño, una producción fotográfica para vender admiración.

Sentir el momento, la verdad, la espontaneidad se convirtió en el lujo de pocos, solo de aquellos que pueden entender este engaño. Aunque pareciera que los que estamos solos y fuera del sistema y de "estas nuevas relaciones", somos los enemigos de esta verosimilitud a la realidad.